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Pedestal, 75 años en la industria del calzado

Vestirse por los pies es lo que ofrece desde hace varias generaciones una zapatería que se mantiene como un oasis en medio de las ofertas masificadas ‘made in China’ en pleno centro de Pontevedra.

Enrique y Cecilia con uno de sus nietos. FAMILIA CASTRO CABEZAS
photo_camera Enrique y Cecilia con uno de sus nietos. FAMILIA CASTRO CABEZAS

Una zapatería que ha llegado a nuestros días como símbolo de calidad y con un gran muestrario de zapatos en tienda. El exterior del local, salvo unos ligeros cambios, permanece igual desde su fundación y atrae a pontevedreses de Cangas, Bueu, A Estrada o Lalín y compradores de otros países (Brasil o EE UU) que destacan la variedad, diseño y calidad de los zapatos hechos a mano seleccionados.

Setenta y cinco años en la calle de A Oliva en un tiempo en el que también estaban Luisa Torres, caramelos Pirelo o Casa Viñas, cuando la feria se hacía en la Ferrería, los fuegos de la Peregrina los lanzaban desde los jardines de San Francisco y Adonis, contando historias imposibles, visitaba los comercios con su característico abrigo.

Enrique Castro Montoya, natural de Pontevedra, nació el 3 de junio de 1917, hijo de Celestino Castro, natural de Vitoria. Casado el 29 de Julio de 1945 con Cecilia Cabezas Abal (11-01-1923). Enrique era el mayor de siete hermanos, todavía vive uno en Brasil de 96. El padre de su mujer, Cecilia, fue Manuel Cabezas Couberch, que trabajaba en la Misión Biológica, casado con Peregrina Abal Andrés. Enrique y Cecilia tuvieron cuatro hijos: Enrique, Manuel, Celestino y Charo.

Enrique quería estudiar Medicina pero la situación económica del país le obligó a estudiar Magisterio en Pontevedra, igual que su mujer. Recién casado se instaló en Mollabao y su hija Charo explica que era muy aficionado a las motos: «Tenía una Vespa con la que hacían viajes con el club por España». Enrique descartó dedicarse a la docencia y entre las posibilidades que había para instalarse por su cuenta decidió intentarlo con el negocio del calzado, básicamente porque en aquel momento en Pontevedra la oferta era escasa.

El negocio se abrió en 1944 como Comercial Pedestal y debe su nombre a un comentario de su amigo Ramón Peña que consideraba los pies, con su calzado, el pedestal del cuerpo. Instalado en el interior del portal del edificio número 2 de la calle de A Oliva se anunciaba como mercería y zapatería, aunque durante un año actuó como comprador de solares e inmuebles y como intermediario de compraventa. Charo recuerda que su padre le comentaba que cuando empezó con la zapatería la mayoría de las cajas de zapatos estaban vacías. Para saber si tenía zapato dentro tenía que agitar la caja. Y compraba a demanda existencias en Vigo todas las semanas. La casa en la que estaba el comercio se reformó y recién terminada las "Galerías de La Oliva", que se inauguraron en 1961, Enrique se instaló en el local de la esquina, lugar en el que ha permanecido hasta hoy. Destacan los dos grandes escaparates que dejan ver una gran estantería de pared en la que están a la vista las cajas perfectamente ordenadas. Cecilia, una vez casados, trabajó en el comercio hasta que por el crecimiento del negocio contrataron dependientes. Como curiosidad comentar que en 1947 Faustino Fernández Castro (Parvadas) aparece en una nota de prensa como agente de Pedestal que viajó con Enrique a Andalucía.

Unos zapatos que llevaron en sus pies varias generaciones de colegiales. Enrique llevaba varios modelos de zapatos a los colegios, como las Calasancias o las Doroteas, para que eligieran el que iba a formar parte del uniforme. Tenían también en exclusiva los famosos zapatos Gorila, que se podría decir que entonces eran indestructibles. La oferta de calzado la destinaban a señora, caballeros y niños, pero a lo largo de los años Enrique decidió especializarse exclusivamente en calzado para niños y, con el tiempo, acotaron la edad de 0 a 6 años, una franja en la que no tienen hoy en día competencia. Por poner un ejemplo, de un zapato para un niño o niña de esa edad en color rojo puede haber del orden de 25 modelos diferentes.

Enrique era amigo de Valle-Inclán y del dibujante Ramón Peña, que editaba la revista literaria pontevedresa Sonata Gallega (1944-1949), ubicada en el número 39 de la calle Peregrina, en donde se publicitaba el comercio en los años 1944 y 1960. Eran tiempos en los que los anuncios también aprovechaban las piedras visibles de un monte para llamar la atención; quién no recuerda en una piedra del mirador de Cotorredondola pintada: "Calce a sus niños en Pedestal".

Aunque inicialmente se hizo cargo del negocio Manolo, otro hermano, hace unos diez años que siguen con el mismo sus hijos Charo y Enrique que lo dirigen sin dejar de lado sus propios trabajos. Charo, que lleva la parte de compras y líneas de calzado que aprendió viendo comprar a su madre, es procuradora y los fines de semana se pone detrás del mostrador. «Me gusta muchísimo estar allí y atender a los clientes personalmente». Y Enrique, ya jubilado, lleva la parte contable y administrativa. Conservan como proveedores a los fabricantes de zapatería tradicional de toda la vida que todavía hacen las piezas a mano. Charo destaca la calidad de los zapatos de Villena (Valencia) en donde llegaron a ser más de 200 fábricas y aunque los chinos copiaron sus patrones en Asia no fueron capaces de manufacturarlos con una mínima calidad. Siguen la moda de Milán para estar al tanto de colores y diseños y en base a esa información compran la mercancía.

"Cuando decidimos seguir con el comercio fue por seguir con la tradición familiar", explica Charo, que se nota que le gusta mucho trabajar en el comercio. Como anécdota comenta que a veces entra en la zapatería gente despistada para comprar jabón o un metro. Destacar que el trato de las dependientas es perfecto y son las mismas después de muchos años; una de ellas, Silvia, trabaja allí desde hace 25 años. Del comercio lo único que ha cambiado en los 75 años es el color del gresite exterior y que los mostradores no son los originales, que eran de madera.

En el imaginario colectivo de nuestra ciudad recordamos los diminutos zapatos de andaluza rojos con lunares blancos que todavía despachan. Entre merceditas, angelitos y pepitos, los de sevillana y de charol, Pedestal está ahí, a la vuelta de la esquina y generación tras generación, fideliza y no defrauda: si compras una vez siempre vuelves.

Cuando Pedestal estaba en un portal. FAMILIA CASTRO CABEZAS

Cuando Pedestal estaba en un portal. FAMILIA CASTRO CABEZAS

 

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