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El polémico vuelo de Garnier, Pontevedra versus Vigo

Esta es la historia de una bronca monumental entre Pontevedra y Vigo disputándose la contratación del famoso aviador Garnier durante las fiestas de la Peregrina, en 1911, que provocó el traslado de César Boente y la dimisión al completo del Ayuntamiento de Vigo

Un verano en el que los platos fuertes de la fiesta eran los toros, los vuelos del piloto francés Léonce Garnier y el concierto de Manuel Quiroga acompañado al piano por Enrique Granados en el Teatro Principal.

Todo empezó cuando el Ayuntamiento de Pontevedra contrató al piloto francés residente en San Sebastián durante las fiestas de la Peregrina. El contrato lo firmó en Madrid el concejal pontevedrés Marcelino Vázquez Jiménez con el representante del aviador, Paul Carcassonne. Los términos del mismo especificaban que Garnier volaría en Pontevedra los días 20 y 23 de agosto incluyendo una cláusula de exclusividad que obligaba al piloto a no contratar el espectáculo en ningún otro lugar de la provincia durante ese mes.

Mientras, en Vigo, la Asociación popular buscaba una solución al suspender su espectáculo aéreo en el que intervenían los pilotos Benito Loygorri y Jean Mauvais; el primero por estar enfermo y el segundo porque su aeroplano se había estropeado cuando se lo prestó a otro piloto, Laforestier. Garnier, que actuaba de intermediario, les confirmó mediante telegrama que él iría a Vigo a sustituirlos incumpliendo el contrato con Pontevedra. A partir de ese momento se desató una enorme polémica en la que intervino la prensa, representantes gubernamentales y la ciudadanía.

Así, unos días antes del fatídico día 20, el alcalde de Pontevedra Javier Puig Llamas recibió un telegrama de Garnier, que se encontraba en Gijón, en el que anunciaba que un día antes de su espectáculo en Pontevedra volaría en Vigo contratado por la Asociación Popular, retrasando así varias horas el comienzo del evento en Pontevedra. De esta manera, el vuelo coincidiría con una importante corrida de toros en el coso de Pontevedra en la que participaban Machaco y Chiquito de Begoña. Garnier decidió hacerle la jugada a la ciudad de Pontevedra y enfrentarla con la de Vigo. Digo esto porque el artífice de exprimir al máximo sus acrobacias fue el propio piloto, que cobraría por dos días en Pontevedra 5.000 pesetas y por uno en Vigo, incumpliendo el contrato firmado previamente, otras 5.000.

Puig Llamas intentó, mediante un cruce de telegramas urgentes con Garnier, que se impusiera la cordura y que el contrato se cumpliera. Los pontevedreses al conocer la noticia se echaron a la calle para mostrar su malestar en pequeños corrillos. Por miedo a que se produjeran disturbios, la Comisión municipal de festejos se reunió con el gobernador civil, José Boente, padre de César Boente, para advertirle de lo grave de la situación: "...Cuando llegue el momento obraré en justicia pero por de pronto les adelanto que no consentiré que el Sr. Garnier infrinja su contrato, pues ese es mi deber", dijo Boente. Un interminable cruce de telegramas de última hora entre Puig Llamas y Garnier terminaron con la amenaza de una demanda.

Avión y piloto viajaron en tren hacia Pontevedra. En la parada de rigor en Redondela le esperaba un delegado de nuestro gobernador con el contrato para exigir su cumplimiento y por la parte contraria el presidente de la Asociación Popular de Vigo. Garnier, ante la evidencia, decidió no meterse en líos judiciales, aún así, quería presentarse antes en Vigo ‘para dar una vuelta’ a lo que nuestro delegado respondió: "No, usted no puede ir a Vigo; usted viene conmigo a Pontevedra". Finalmente llegaron a una de la tarde del 19 de agosto a Pontevedra; el avión fue conducido al campo del Borrón desde la estación en un camión largo y atravesaría el río para llegar A Xunqueira en una gabarra. El espectáculo comenzaría a las nueve de la mañana del día siguiente, según el contrato.

La mediación de José Boente, como gobernador civil a favor de la razón jurídica que asistía al Ayuntamiento de Pontevedra, los vigueses lo vivieron como un atentado en contra de los intereses de su ciudad y se inició una durísima campaña pública. En Vigo se imprimieron unas octavillas anónimas que decían: "Habitantes de Vigo. Por pundonor, por vergüenza de ciudadanía, no debéis concurrir mañana a la corrida de toros de Pontevedra. La villa de Teucro nos agravió a todos con su villano proceder al hacer que en Vigo hubiera que suspender la fiesta de la aviación dispuesta para esta tarde. Ellos nos han declarado la guerra; son pocos y malos, y ya que rompieron las hostilidades , deber nuestro es acudir al combate a que se nos reta. Guerra económica es ésta. Retiremos a la villa del Lérez nuestro concurso, que es retirarle el comedero". Los ánimos estaban de esta guisa.

El día 20, la ciudad de Pontevedra al completo salió a la calle para contemplar el tan esperado espectáculo. Desde las ocho de la mañana en A Xunqueira: "Las márgenes del río Lérez, las robledas inmediatas, el puente del Burgo, los parajes de Monte Porreiro eran otras tantas posiciones estratégicas donde se agolpaban en masas pintorescas miles y miles de personas...". Fuerzas de infantería, guardia civil y carabineros impedían el acceso a la pista de despegue. El Blériot XI de Garnier, un monoplano de dos plazas, levantó el vuelo hasta cuatro veces llegando a alcanzar los 300 metros de altura, sobrevoló A Xunqueira y casi rozó los edificios más altos de la ciudad entre vítores y aplausos. La Comisión de fiestas convocó una manifestación en Pontevedra al día siguiente a las 12:00 horas: "Estamos en el deber de expresar nuestro reconocimiento a la comisión de festejos del Ayuntamiento de Pontevedra que con tanto acierto y tan exquisita corrección ha procedido, y del mismo modo debemos hacer pública la satisfacción con que contemplamos la imparcialidad estricta y la legalidad absoluta que viene demostrando en el asunto el señor Gobernador Civil de la provincia (José Boente)".

Mientras, en Vigo, en señal de protesta, el ayuntamiento al completo presentó su dimisión. La presión popular pedía la dimisión de José Boente, al no sentirse representados por él, y derivó en un discurso de Urzáiz, en un cierre de comercios y una manifestación.

Esta agria polémica, meses más tarde, supuso para José Boente un traslado forzoso a Zaragoza compensado con un ascenso. La crítica hacia Eugenio Montero Ríos no se hizo esperar ya que el Cuco de Lourizán no hizo nada para impedir el traslado de tan querido gobernador: «Nos ha dejado en la estacada, consintiendo el traslado de nuestro gobernador Sr Boente». Una historia más que supuso que las dos ciudades aumentaran su rivalidad y se dieran la espalda durante décadas.

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