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Españita dentro de España

Empezamos la semana con la insolidaridad de Madrid
Los hosteleros pontevedreses llegaron el lunes a Madrid. EFE/CHEMA MOYA
photo_camera Los hosteleros pontevedreses llegaron el lunes a Madrid. EFE/CHEMA MOYA

Lunes


La protesta de los hosteleros pontevedreses ha llegado a Madrid, donde sus colegas de la capital los recibieron con los bares abiertos. Así llevan desde que se puso fin al confinamiento, sin apenas restricciones, mientras su comunidad sigue liderando todos los rankings de contagios, ingresos y muertes por covid-19. Habría estado bien escuchar a cualquiera de nuestros representantes políticos desplazados a Madrid -dicen que para apoyar la protesta del sector, habrá que creerlos- denunciar la profunda insolidaridad que ha practicado el gobierno de Madrid en todo este tiempo, pero no: prefirieron, como cabría esperar, afrontar la jornada politizando la protesta de los hosteleros, señalando unos a la Xunta de Galicia y los otros al Concello de Pontevedra o al Gobierno de España, en un espectáculo tan previsible como descorazonador. ¿Tanto les costaba agradecer a los empresarios desplazados su compromiso con la salud, su sacrificio en pos del bien común, y exigir lo mismo de sus colegas madrileños? Enero está a la vuelta de la esquina y con él llegará la tercera ola para poner a cada cual en su sitio, no lo duden ni por un instante.

Martes


La primera gran campaña de promoción del Xacobeo 2021 ha jugado sobre seguro y el resultado no podría haber sido mejor: mezclar postales de Galicia con el talento musical de Xoel López se ha demostrado como una combinación ganadora desde 1376, cuando Constantinopla alumbró al bueno de Guillermo Meijón, siempre según la sabiduría estadística de nuestro querido historiador y amigo, Rodrigo Cota. El vídeo es sugerente y cálido, todo un tanto en el haber de Alfonso Rueda y de su equipo, en el que abunda el talento regado en la cantera de esta santa casa. No es que tengamos demasiada prisa por ver nuestras calles tomadas por los peregrinos pero si muchas de ganas de recuperar una normalidad que se verá reflejada en la vitalidad del Camino: aquí les esperamos para dar de comer y beber a quien pasa, como siempre ha sido.

Miércoles


“Otra vez llega la Navidad. La gente emana felicidad. Todos sonríen sin parar. A quién pretenden engañar, si todo sigue igual”, del villancico punk Feliz falsedad (Soziedad Alkoholika).

Jueves


La insistencia de mi madre ha echado por tierra mi cena de Nochebuena soñada: soledad consentida, pizza con piña y la trilogía original de Star Wars acompañada de unos vasitos de pacharán. Otros años he llegado a simular enfermedades benignas y algún dolor imaginario para librarme del látigo atroz de la cena familiar por excelencia, pero este año no me he visto con fuerzas de abandonar a mi buen padre a su suerte. Al final, sin demasiados aprietos, he de reconocer que la velada resultó satisfactoria por reducida en cuanto a número de invitados, cantidades de comida y la fenomenal calidad del vino elegido. Vimos el discurso del rey, tan plano e insulso que no sirvió ni para cabrear a los republicanos, y después nos entretuvimos con uno de los típicos programas navideños en los que famosos -y no tan famosos- cantan y bailan como si les fuese el sueldo en ello. “¿Quieres llevarte unos dulces para el camino?”, dramatizó mi madre el final de la velada, como si no supiera de sobra que el citado camino consiste en cruzar la carretera y entrar en la casa de enfrente.

Viernes


Hasta siete películas encadenadas compusieron mi menú cinéfilo para el día de Navidad, todas ellas con más años que Matusalén: una especie de diario sentimental de mi vida. Por la mañana, mientras desayunaba peladillas, me metí al coleto Rey de reyes, que para eso fue uno al catecismo durante tantos años. Luego llegó la típica siesta del cordero, esa cabezadita reparadora antes de la comida que te deja como nuevo para una tarde de sofá, manta y cine retro. Primero Los Goonies, luego Los Gremlins: así se inicia con fuerza una velada que incluía, a golpe de DVD y cables analógicos, La jungla de cristal, Por un puñado de dólares, Cleopatra y El Gran Lebowski. “¿Y a mí que me importa?”, estarán pensado ustedes. No se enfaden: es Navidad.

Sábado


Empezamos la semana con la insolidaridad de Madrid y terminamos con más de lo mismo, ahora a cuenta del número de vacunas recibidas y una sucia acusación sobre a entrada del virus a través del aeropuerto de Barajas. No hay un día en el que su presidenta, la insondable Isabel Díaz Ayuso, aproveche cualquier coyuntura para demostrarnos que apenas existen diferencias entre ella y cualquier líder del llamado procés, entregada a unos asesores que han optado por el trumpismo más atroz para hacerla subir enteros en esa carrera de fondo que termina en la Carrera de San Jerónimo. “Madrid es España dentro de España”, dijo semanas atrás, en una de sus frases más célebres hasta la fecha. Ahora solo se preocupa de demostrarlo, fanática nacionalista a la que los demás presidentes autonómicos no están sabiendo poner coto mientras Pedro Sánchez la utiliza para contener a Vox y asustar, de paso, a Pablo Casado: Españita dentro de España, vamos.

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