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Leer a los rusos

No hay acto en la ciudad al que no acude Guille Juncal
Pedro Sánchez responde al aplauso de los diputados de su partido y de los de Unidas Podemos tras finalizar su discurso. JUAN CARLOS HIDALGO
photo_camera Pedro Sánchez. JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)

Lunes

Recuerdo un año en el que todos pedimos pistolas y escopetas a los Reyes Magos. Como Campelo no era Texas —muy a nuestro pesar, por cierto— nos conformábamos con réplicas de juguete que se cargaban con los famosos estralos, unas pequeñas cargas inofensivas que les conferían cierto realismo a base de ruido y olor a pólvora. Y allí estábamos, presumiendo de Winchesters y Colts en la plaza del pueblo, cuando apareció Adolfo con una extraña ballesta de madera construida por él mismo.

Disparaba clavos doblados con una potencia estremecedora y era capaz de reventar botellas de vino o cerveza a más de veinte pasos: la distancia que separaba la vida y la muerte en nuestros juegos de indios contra vaqueros. Aquello nos sirvió para relativizar la importancia de los regalos y entender, de un modo un tanto violento, que la verdadera emoción del juego no estaba tanto en la calidad de las réplicas como en la posibilidad cierta de que, por fin, te pudieran sacar un ojo.

Martes

España tiene nuevo presidente, un Pedro Sánchez al que aplaudieron tanto como se aplaudió él mismo, lo que nos ofrece una pequeña muestra de lo complicada que resultará la próxima legislatura. Mal asunto cuando te aplauden tantísimo y de un modo tan impostado: que se lo pregunten, si no, a Plácido Domingo. Todavía hoy recuerdo aquella ovación cerrada que me dieron mis compañeros en 3º de BUP, cuando me enfrenté al profesor de religión por no cedernos la hora para preparar un examen de matemáticas. Durante quince minutos fui un héroe, lo que tardé en comprender que, en realidad, me aplaudían por ser un tonto útil. Y, claro, como cabía esperar, no aprobé religión hasta septiembre.

Miércoles

Leo consternado que el príncipe Harry y Meghan Markle abandonan la familia real británica y renuncian al sueldo correspondiente, lo que es casi una enmienda a la totalidad de mi particular manual de supervivencia en los tiempos que corren. Lo cierto es que no me esperaba este desprecio al vil y cálido metal por parte de Harry, mi favorito entre la muchachada europea de sangre azul. Quienes aspiramos a vivir del apellido —y un cierto encanto naif, por qué no decirlo— necesitamos de nuevos referentes que nos inspiren para continuar con tan particular cruzada: sí se puede.

Jueves

Hablando de referentes juveniles y sangre azul: a Guille Juncal no le ha tocado nada en la pedrea de las vicepresidencias y los ministerios, lo que no debería impedirle asistir a la toma de posesión de las nuevas carteras. No hay acto en la ciudad al que no acuda Juncal con su insultante juventud, su inmejorable disposición y ese culo pollo que tanto me recuerda al mío en los años más broncos de las noches oscuras y los excesos de azúcar.

—Un café con leche —le dice a la camarera.

—¿A la una del mediodía, Juncal? —lo hostigo cruelmente.

—Buff... Con leche desnatada, por favor.

Viernes

Un año más me he quedado fuera de la convocatoria del alcalde para su cena navideña con los compañeros de la prensa, una afrenta que prometo no olvidar fácilmente porque estoy harto de escuchar los famosos chistes de Lores en boca de otros. Por si alguien no se había dado cuenta, en Pontevedra tenemos mejores periodistas que imitadores, siendo yo uno de los pocos que estaría dispuesto a dejarse golpear en la cabeza, como el cocodrilo: recapacite, Excelentísimo Sr. Alcalde.

Sábado

"Y como una condición indispensable para la actividad es el orden, en su modo de vida este había sido llevado hasta las últimas consecuencias... Y por ello, sin ser cruel, provocaba un miedo y un respeto que el hombre más cruel no hubiera podido obtener fácilmente".

De Guerra y paz, Lev Tolstói.

Y es que, como siempre dice el padre de nuestro querido Juan Tallón: "Hay que leer a los rusos".

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