Blogue | El retrato

Arrimadas y los aspavientos

La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. ALBERTO ESTÉVEZ
photo_camera La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. ALBERTO ESTÉVEZ

CUANDO GANÓ las elecciones autonómicas de Catalunya, Inés Arrimadas lo celebró agarrada a los dos micrófonos que tenía en el atril, practicando un baile estiloso, melódico, elegante, grácil, rítmico, el baile de una mujer normal, joven, feliz, sonriente, que jamás haría ni diría una tontería. La cuñada o la nuera perfecta. Si al día siguiente se hubiesen celebrado unas elecciones generales con ella como candidata, hubiera tenido un buen resultado porque aquella noche nos cayó bien a todos los que no la conocíamos, lo digo para que los cuatro millones de catalanes que leen este periódico a diario y sí la conocían no escriban cartas al director o a la presidenta puntualizando el asunto como hacen siempre, que los catalanes y las catalanas son muy de aclarar las cosas.

No mucho después, a los pocos días, descubrimos a la Arrimadas de verdad, que resultó ser una nuera impertinente, chillona, histriónica, mandona y maleducada. Y muy dada a los espectáculos grotescos, además. Uno de los más sonados fue aquel viaje a Waterloo, adonde fue con nueve compis para decirle a Puigdemont a la cara que la república no existe. Cuando Puigdemont declaró que estaría encantado de recibirla, ella dijo que mejor a la cara no porque no tenía nada que hablar con un golpista. No obstante se presentó igualmente en Waterloo y allí, delante de la puerta abierta de la casa del líder catalán, le dijo a una cámara que la república no existe para que Puigdemont lo viera en la tele.

Arrimadas practica la política de los aspavientos. En su etapa como parlamentaria en Catalunya no hizo otra cosa que aspavientos y obrillas de teatro muy bien ensayadas. Es la antítesis de Gabriel Rufian, aunque otro enamorado de los aspavientos y la sobreactuación, mucho más amable en las formas y mucho más ácido en los contenidos. En el debate del pasado martes, ella le dijo a él: "Yo soy mucho más moderada que tú desde que nací, chaval". No pudo evitar ese "chaval" que tan bien define a la candidata. Le salió del alma. Sacó ese tono de poligonera empastillada que no puede esconder y tan mal le viene a Ciudadanos ahora que pretende aparentar que es un partido centrado.

Inés Arrimadas carece del sentido del ridículo. Toda su inteligencia, que no es poca, la utiliza en planificar su siguiente performance: un día se pone a quitar lazos amarillos y al siguiente monta un mitin en una ciudad donde su partido no tiene ni un voto a ver si la insultan y cuando lo consigue se pone la mar de contenta. Luego se enfada, y mucho, cuando le preguntan algo que no quiere contestar, como el caso de los pucherazos en las primarias de su partido.

Se siente cómoda en esta campaña a la altura de su ego y centrada por Ciudadanos en el tema catalán que tan bien se le da a Arrimadas. Es una campaña esta en la que los frikis se desenvuelven con destreza porque está hecha a su medida. Es la campaña de los personajes estrafalarios, y nadie va a discutir que ella lo es. Está encantada de conocerse y dispuesta a llamar la atención más que cualquiera. Y tiene una ambición ilimitada, lo que la convierte todavía en un personaje más llamativo. Para Arrimadas todo es Arrimadas. No hay en el mundo espejo lo suficientemente grande para acoger la imagen que tiene de sí misma.

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