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Llegar tarde

Eric Moussambani, en los juegos olímpicos de Sidney. ARCHIVO
photo_camera Eric Moussambani, en los juegos olímpicos de Sidney. ARCHIVO

ERIC Moussambani Malonga, lo recordará usted, fue aquel nadador ecuatoguineano que compitió en los juegos Olímpicos de Sidney, al que todo el mundo le reconoció el esfuerzo tras hacer el peor tiempo que se ha registrado jamás en los 100 metros libres.

Hay una diferencia entre este deportista y otra gente, que es la que hay entre quien llega tarde porque quiere y quien lo hace porque no puede llegar antes por mucho que lo intente. Moussambani había conocido tiempo atrás a un pescador que le había enseñado a mantenerse a flote, y cuando lo apuntaron para ocupar una plaza olímpica de ésas que regala el COI a países que no tienen deportistas ni ninguna otra cosa, para entrenar le dejaban una piscina de un hotel, la única piscina libre que había en Malabo, no le iban a dejar la de Teodoro Obiang. La piscina del hotel tenía 13 metros de largo y solamente se la dejaban unas horas de madrugada porque el resto del tiempo era para uso de la clientela que se hospedaba allí.

No tenía entrenador, ni equipo, ni nadie que midiera sus tiempos. No tenía ni idea de lo lento que era, pero tampoco sabía si era rápido porque nunca había competido contra nadie. Durante el día entrenaba en algún río o en el mar, hasta que un día lo metieron en un avión que tardó tres días en llegar a Australia. Una vez allí le enseñaron la piscina olímpica y los de su delegación le dijeron que tenía que competir ahí. Él, un tío honesto, les dijo que no se veía capaz de recorrerla de un tirón y le informaron de que tenía que hacer ese recorrido de ida y de vuelta.

Coincidió en los horarios de entrenamientos con los nadado res norteamericanos y el buen hombre trataba de fijarse en sus movimientos intentando aprender cualquier cosa. Iba por ahí preguntando a ver si alguien le enseñaba algo. Un día el entrenador sudafricano lo vio nadando y apiadado le enseñó a mover las piernas y le dio cuatro consejos. Así llegó al día de su competición en las pruebas clasificatorias. Sólo nadaba contra otros dos porque era esa primera carrera en la que todos quedan descartados pero se van con el orgullo de haber competido. No sabía ni ponerse las gafas. Sus dos rivales saltaron a la piscina antes de tiempo y fueron descalificados. Moussambani Malonga pensó que era él al que habían dejado fuera por no saltar, hasta que le dijeron que no, que competiría solo.

Entonces se puso más nervioso. Aquello estaba lleno de público que esperaba las siguientes pruebas, en las que irían entrando los mejores. Estaba convencido de que haría el ridículo y toda aquella gente se reiría de él.

Se lanzó al agua. Lo que más tenía ensayado era la salida, que era más o menos lo que tenía de largo la piscina del hotel de Malabo. Tras recorrer honrosa y lentamente los primeros 50 metros, quedó desfondado. Incluso quien no sea un experto, si ve aquella carrera de aquel hombre contra sí mismo, advertirá enseguida la falta de técnica y de práctica. Ni siquiera sabía cómo respirar. La segunda mitad de la carrera fue un suplicio para él y para toda la gente que seguía la carrera. Contaba años después que hubo un momento largo de ese tramo en el que movía los brazos y se quedaba en el mismo sitio. No avanzaba. Su propósito ya era no abandonar. Llegar tan tarde como llegara pero llegar.

Entonces empezó a escuchar al público animándole con gritos y aplausos. Y llegó. Fue el héroe de Sidney 2000. Pieter van den Hoogenband ganó el oro con un tiempo de 48,30; Eric Moussambani recorrió la misma distancia en 1,52 pero fue el héroe de aquellos Juegos Olímpicos por llegar tarde pero con honor.

No es lo mismo no llegar a fin de mes por despilfarrar que porque se gana poco; no es lo mismo llegar tarde a la factura de la luz porque se quiere que porque te suben la tarifa un 45% de un día para otro. Y no es lo mismo ni son los mismos los que llegaron tarde a derechos fundamentales como el divorcio, el aborto o el matrimonio homosexual, que quienes llegaron a tiempo por una cuestión de ética democrática. En esta vida se puede ser Pieter van den Hoogenband, que ganó justamente una medalla compitiendo limpiamente o se puede ser Eric Moussambani, que ganó el cariño de medio mundo por llegar tarde con un tremendo esfuerzo y con una historia vital que es un ejemplo para cualquiera. Hay en el Estado español algunos Van den Hoogenband; luego hay muchos Moussambani, entre los que nos contamos usted o yo.

Pero se es una cosa o la otra. La tercera vía es la que quien llega tarde a todo porque le da la gana o porque cree que así satisface a unos cuantos votantes histéricos. Ahora mismo hay quien se está retratando con su oposición a los indultos a los presos políticos catalanes. No están en la carrera ni para ganar ni para perder con honor. Están estorbando a los que nadan e intentan hacerlo lo mejor que pueden.