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Los marqueses tienen una misión

Aitor Esteban (PNV) flanqueado por Cayetana Álvarez (PP) e Iván Espinosa de los Monteros (Vox). JAVIER LIZÓN (EFE)
photo_camera Aitor Esteban (PNV) flanqueado por Cayetana Álvarez (PP) e Iván Espinosa de los Monteros (Vox). JAVIER LIZÓN (EFE)

ES SINTOMÁTICO QUE en el debate televisado del pasado viernes, que ganó como siempre Xabi Fortes, dos de los tres partidos de la derecha española estuviesen representados por Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, XIII marquesa de Casa Fuerte, por el PP, y por Iván Espinosa de los Monteros y de Simón hijo y sucesor del IV marqués de Valtierra, por Vox. A una y otro les sale el clasismo por los cuatro costados y uno y la otra, como buenos marqueses, se creen en posesión de la verdad absoluta. Ambos son católicos confesos y admiradores de las doctrinas propuestas por Benedicto XVI ya antes de acceder al papado y de sus postulados en contra del llamado relativismo moral.

El relativismo moral, para hacerlo corto, propone que todo puede ser relativo dependiendo del momento, del lugar, de las circunstancias, del individuo. Cuando Joseph Ratzinger, antes de acceder al papado, era un eminente teólogo, puso de moda el antirrelativismo, postulando que nada es relativo, mucho menos los dogmas cristianos. Las verdades relativas entraban en conflicto directo con las absolutas y eso asustaba mucho al futuro Papa. Dedicó al asunto libros, artículos, entrevistas y pastorales, y cuando se consagró como Santo Padre elevó la cruzada contra el relativismo a todos los ámbitos: la cultura, la vida privada, la comunidad, la familia, la política, las leyes. Todo se había vuelto relativo y había que combatir al relativismo por todos los medios.

Los seguidores de aquella doctrina de Ratzinger optaron por lo obvio: no era aquél un mensaje para desperdigar entre la cristiandad, sino entre los círculos de poder o de influencia. Entendieron que la manera de extenderlo era de arriba hacia abajo. Líderes con capacidad y medios para expandir un mensaje según el cual el aborto no es relativo, ni el divorcio, ni la homosexualidad, ni la igualdad ni el feminismo. Los dogmas dicen que todo eso es malo, sin excepción, y por tanto no es relativo ni está sujeto a interpretaciones.

Los antirrelativistas ni siquiera tienen un nombre, ni una asociación, ni se reúnen ni llevan un carnet que los distinga. Usted puede ser uno de ellos si lo desea. Basta con señalar un mal, en este caso el llamado relativismo y oponerse a él. Puede hacerlo desde su lugar de trabajo, desde su empresa o desde su comunidad de vecinos. Se trata de decidir entre el bien y el mal y hacerlo desde una posición de autoridad moral que se otorga usted a sí mismo, como hizo Ratzinger, que es un teólogo y un filósofo portentoso, lo que le convierte en un peligro.

Lo que hizo Ratzinger fue formular esa corriente y dejarla crecer. Poco a poco trascendió al cristianismo católico y fue adoptada por Trump o por Bolsonaro, este último muy apoyado por los evangélicos brasileños. En España funcionó muy bien en el PP de Aznar. Rajoy no era antirrelativista. Era un relativista de manual pero tuvo la inteligencia de rodearse de dogmáticos, todos aquellos ministros novios de la muerte que tanto juego le dieron.

Y triunfa también entre la aristocracia, entre marqueses como Cayetana o Espinosa de los Monteros, quienes se sienten por encima del bien y del mal por una cuestión de linaje que les hace creer que nacieron predestinados a ser moralmente superiores al común de los mortales. Se vio en el debate. Varios portavoces defendiendo mejor o peor los programas de sus partidos mientras dos marqueses miraban por encima del hombro a toda España y pontificaban sobre el bien y el mal. Antirrelativistas de manual.

Los antirrelativistas ni siquiera tienen un nombre, ni una asociación

Esa convicción de su superioridad llevó a Cayetana a mantener el error estratégico de negar otra vez la violencia machista. Para los contrarios al relativismo, una de las grandes batallas que hay que librar es contra el feminismo y eso a lo que llaman "dictadura de género". No encuentran nada en el mensaje de Cristo que iguale a una mujer y a un hombre. Eso es porque no saben leer los Evangelios, tan mal interpretados por la propia Iglesia, aunque ésa es otra cuestión.

Entre el antirrelativismo cualquier método es lícito para combatir el mal. Acuérdese usted de Fernández Díaz, aquel ministro de Rajoy que manejaba las cloacas del Estado y lo mismo mandaba a un sicario a secuestrar a la familia de Bárcenas que falsificaba documentos contra Podemos o conspiraba con la fiscalía para frenar a los independentistas catalanes.

No hay nada más peligroso que esta gente, que extiende sus tentáculos y va infiltrándose entre los círculos de poder de la derecha. Creen que tienen una misión divina, combatir el mal, y que sólo ellos saben identificarlo. Viven obsesionados con esa cruzada autoimpuesta, convencidos de que todos los demás somos tontos de capirote y deben imponernos una forma de vida y una moral. Quieren salvar nuestras almas incluso contra nuestra voluntad. Creen que deben mandar porque conocen una verdad que se nos escapa a los demás. Ricos y aristócratas tan mal educados en colegios selectos, que nadie podrá convencerlos de que los tontos son ellos.