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El duque de Lancaster y la incompetencia

Blog de Rodrigo cota
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El 25 de julio de 1386 desembarcaba en A Coruña John of Gaunt, o Juan de Gante, duque de Lancaster al frente de una numerosa tropa. El día de la arribada no fue casual: el hombre era muy devoto y amante de las peregrinaciones. Por influencia suya, su amigo y luego cuñado, Geoffrey Chaucer, autor de los Cuentos de Canterbury, menciona a Santiago y a Galiza en su libro magistral. Otra de las grandes obras de la literatura universal en las que los gallegos estamos presentes y los españoles ausentes, como solía ocurrir de manera inevitable. Lo siento, mesetarios.

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Bien, ese día del Apóstol, pues, el duque de Lancaster fue recibido por una nutrida representación de la nobleza gallega y aclamado por el pueblo. La razón de ese fervor era la habitual: John of Gaunt venía a guerrear contra la corona de Castilla. La idea era reclamar el trono castellano para su esposa, Constanza de Castilla, hija de Pedro I el Cruel y arrebatárselo a Juan I. El duque de Lancaster también era hijo de rey, de Eduardo III de Inglaterra, así que el hombre tenía apoyos y recursos más que de sobra, además de una alianza muy sólida con el rey João I de Portugal. Portugal venía de vencer a Castilla en la Batalla de Aljubarrota, una carnicería en la que murió la mitad de la nobleza castellana e innumerables soldados, mientras que por parte portuguesa las bajas fueron de escasa consideración.

Seguimos con la llegada del duque. Tras desembarcar en A Coruña llevó a todas sus tropas, unas 5.000, a peregrinar a Compostela y de ahí bajó hasta Ourense, donde estableció su corte. Pero John de Gaunt no era precisamente un estratega militar, ni bueno nmalo. Ya en Inglaterra sus incursiones en el mundillo de las guerras habían sido infructuosas. Aquí la cosa no le fue mejor. Reinó de facto, reconocido como rey de Castilla por las coronas inglesa y portuguesa durante un par de años, poco más o menos. Reinar de facto en Galiza por aquellos tiempos era no reinar en absoluto. La nobleza gallega lo apoyaba pero tampoco se dejaba la vida en ello. Fue un proceder que se prolongó durante siglos y ya venía de antes. Si había un pretendiente al trono castellano apoyado por un rey portugués, allí estaba Galiza con Portugal a muerte pero sin mojarse demasiado, aunque hay excepciones; y si el lío era entre dos pretendientes sin intervención portuguesa, solían apoyar al más débil para molestar al otro. Ese comportamiento de la nobleza gallega, por cierto, no sé si alguien lo ha estudiado a fondo. Ahí lo dejo.

Pues en ese tiempo anduvo el duque recorriendo Galiza y parte de León sin ganar ni una sola posición. Además de un mal estratega yo creo que era un vago. No le iba lo de madrugar para asediar un castillo. Aquella situación duró lo que tenía que durar: poco. Al comprobar el rey portugués que si Lancaster no avanzaba desde Galiza difícilmente podría ganar aquella guerra, João I de Portugal y Juan I de España firmaron la paz. En el tratado ambos reyes reconocían al rival, lo que dejaba al duque de Lancaster y a su señora Constanza a los pies de los caballos, obligados a renunciar a cualquier pretensión monárquica a cambio de un futuro entronque entre descendientes de ambos monarcas que como era habitual nunca se cumplió. Eso ocurría en 1388, dos años después del desembarco del inglés en Galiza, pero él, liberado de todo compromiso con nadie, permaneció entre nosotros durante un par de años más. Total, volver a Inglaterra para seguir perdiendo batallas era menos beneficioso que quedarse entre nosotros viviendo como hijo y yerno de poderosos eyes, comiendo regaladamente, viviendo a cuerpo de hijo y yerno de rey y disfrutando de la hostelería gallega, que ya se sabe, comida casera y trato familiar en una tierra mágica y misteriosa, que diría Manel Loureiro.

Eyes, comiendo regaladamente, viviendo a cuerpo de hijo y yerno de rey y disfrutando de la hostelería gallega, que ya se sabe, comida casera y trato familiar en una tierra mágica y misteriosa, que diría Manel Loureiro.

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