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El apellido gallego de los Reyes Católicos

Ilustración para el blog de Rodrigo Cota. MARUXA
photo_camera Ilustración para el blog de Rodrigo Cota. MARUXA

El apellido gallego Trastámara, que entre otros llevaban los Reyes Católicos, tiene un origen curioso. La Casa de Trastámara fue iniciada por la familia Traba, la más poderosa del reino de Galicia entre los siglos XI y XIII. Aunque los Traba nunca usaron el apellido Trastámara, con el tiempo acabaron utilizándolo los reyes de toda la Península Ibérica salvo Portugal y también los de Nápoles y Sicilia.

La cosa vino siendo así: al extinguirse el linaje de los Traba, el título fue devuelto a la Corona, y los reyes de Castilla lo utilizaron de una forma peculiar para premiar a sus nobles más leales. Lo entregaban de manera vitalicia pero no hereditaria. Cada vez que el conde moría, el rey nombraba a uno nuevo. Era mucho más que un título. En realidad eran tres, pues el condado de Trastámara estaba unido por aquella época a los de Lemos y Sarria. El nombramiento, lógicamente, venía también con su lote de tierras, rentas, castillos, fortalezas y todo aquello que satisfacía a un buen conde.

Ilustración para el blog de Rodrigo Cota. MARUXAEl caso es que en una de aquellas ocasiones el título recayó sobre Enrique de Castilla, hijo de Alfonso XI y hermano de Pedro I. Enrique y Pedro no eran buenos hermanos, puede que porque eran hijos de madres distintas. Así que cuando murió su padre, Pedro heredó el trono y Enrique no. Se rebeló contra su hermano en numerosas ocasiones. Entre rebelión y rebelión se perdonaban y firmaban treguas que duraban lo que tardaba Enrique en rebelarse otra vez. En una ocasión una de esas rebeliones tuvo éxito y Enrique fue coronado en 1366 como Enrique II de Trastámara. Entonces fue Pedro el que empezó a rebelarse contra Enrique. Le quitó el trono en 1369 y Enrique volvió a rebelarse contra Pedro, al que derrotó en 1367 en la batalla de Montiel.

Tras esa batalla, que fue muy famosa, Pedro acabó como prisionero de Enrique de Trastámara. Para acabar de una vez por todas con los desencuentros fraternales, Enrique tomó una decisión muy propia de la época y de tremenda eficacia: matar a su hermano, y para asegurarse de que el trabajo se hacía a conciencia, se encargó el mismo del asesinato, que a veces las cosas se hacen bien cuando las hace uno mismo. Pues Pedro, legítimo heredero asesinado por su hermanastro, pasó a la Historia como Pedro I el Cruel. Usted dirá.

Fue así como se inauguró el linaje de los Trastámara que gobernó toda la actual España durante casi dos siglos y extendió sus tentáculos por media Europa. La última reina con este apellido gallego fue Juana la Loca, hija de Isabel y Fernando. Su reinado fue muy corto y no llegó a ejercerlo en la práctica, pues primero gobernó en su nombre Felipe el Hermoso y a la muerte de éste, su padre Fernando el Católico, que ejerció la regencia hasta su muerte y fue sucedido por Carlos I, que inauguró el reinado de los Austrias, pero en fin. Juana la Loca, que tal como indica su sobrenombre estaba como una cabra, pues era producto de la endogamia que luego aquejó tanto a Austrias como a Borbones y a la familia Cota, acabó con la larga dinastía de los Trastámara.

Dirá usted que siempre se dedica esta sección a contar que los gallegos somos lo más. Pues no será culpa mía ni de usted, sino de la Historia, que por mal que nos la cuenten siempre empieza en Galiza. Aún vamos a ser responsables usted y yo de que Enrique II hubiera elegido ese apellido y no otro. Lo mismo podía haberse llamado Enrique de la Calzada, Enrique García, Enrique Camarón, o Enrique Skywalker, pero decidió apellidarse Trastámara, qué le vamos a hacer, probablemente porque aparte de contar con una poderosa alianza con la Corona francesa, financiaba sus rebeliones con los generosos beneficios que obtenía de los condados de Trastámara, Lemos y Sarria. O sea, que fuimos los gallegos, mal que nos pese a algunos, los que hicimos rey al Enrique II éste.

Lo sé. Puede que usted sea uno de esos fanáticos de la unidad de España, de los Reyes Católicos y de todas esas cosas del pasado de las que depende nuestro futuro, pero tendrá que aprender a sobrellevar que sus mayores héroes, Isabel de Trastámara y Fernando de Trastámara, además de ser primos llevaban orgullosos un apellido gallego. O puede que sea usted todo lo contrario, un independentista como yo, en cuyo caso tampoco le gustará que los muñidores de la España imperiosa tuvieran ese apellido, pero la Historia es tozuda y eso no depende en absoluto de su opinión ni de la mía.

El caso es que no hablamos demasiado de ese apellido porque no le gusta a nadie. Todos preferiríamos que los Trastámara tuvieran un apellido sevillano o vallisoletano, pero no. Si tuvieran cualquier otro apellido siempre los nombraríamos por él, como hacemos con los Borbones, pero no. Cuando hablamos de un Trastámara le ponemos apellidos falsos: Fernando de Aragón, por ejemplo, o Isabel de Castilla, pero rara vez, fuera de los ámbitos académicos, son mencionados como miembros de la dinastía Trastámara con su verdadero apellido, porque como era gallego, no mola.

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