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Tertulias en los cafés históricos

La red de cafés de las ciudades españolas creó un ámbito en el que fue posible ejercitar el arte de la conversación y las virtudes de la escucha atenta, la tolerancia y la convivencia civilizada
Gonzalo Torrente Ballester (segundo por la izquierda), en el Café Gijón. ADP
photo_camera Gonzalo Torrente Ballester (segundo por la izquierda), en el Café Gijón. ADP

Sostiene George Steiner, en La idea de Europa, que este continente fue ante todo un café pletórico de gentes y conversaciones, donde se practicaba la civilizada tertulia, se escribía, se filosofaba y se conspiraba. Entre nubes de tabaco, nacieron los grandes sistemas filosóficos, los experimentos formales, las vanguardias estéticas y las revoluciones ideológicas. Y es que los viejos cafés constituían una urdimbre íntima en el tejido conjuntivo de la sociedad. González-Ruano señalaba que conformaban todo un verdadero y complejo mundo, constituido por la pluralidad de novelas que en ellos se vivían.

La red de cafés de las ciudades españolas creó un ámbito en el que fue posible ejercitar el arte de la conversación y las virtudes de la escucha atenta, la tolerancia y la convivencia civilizada. Solo entre los hombres, infortunadamente, dejando a las mujeres en buena parte al margen.

Es probable que algo habrá quedado de todo eso. Faulkner dejó escrito que: "el pasado no está muerto; ni siquiera está pasado". Buena parte de aquellos aspectos que en nuestra actual vida social consideramos plausibles, fueron concebidos, discutidos y planeados en las tertulias de los cafés históricos. Hay un background, un poso cultural heredado que vincula la generación actual con las que nos precedieron.

Ramón Gómez de la Serna, creador de las greguerías, concebidas algunas de ellas en su café predilecto, el Pombo, describe con talento y gracia el modo de sociabilidad cordial que reinaba en aquellos cafés que, en su opinión, registraban el pálpito de la ciudad: "(…) cualquier café, es un lugar admirable, la única asociación verdaderamente libre, igualatoria y limpia de dogmatismo y de oligarquía; la institución más independiente; los modernos senado-consultos, donde se reúnen los españoles en secciones sin presidencia ni objeto; donde se siente la ciudad y donde además dan café". También resulta fácil coincidir con Mariano Tudela en su apreciación de que, en el Madrid pobre y radiante de la Edad de Plata, el café era la plaza mayor de la sociabilidad.

¿Pero, por qué han tenido tanto éxito los antiguos cafés? La respuesta debe partir de un hecho constatable: en los cafés solía hacer bastante más calor (humano, ya que en su mayoría carecían de calefacción) que, en las casas. Ítem más: su cálida iluminación, mobiliario y suntuosa decoración con estucos, dorados, divanes tapizados con gutapercha, veladores de mármol y grandes espejos, hacían que fueran también más confortables. Todos tenían periódicos y muchos de ellos disponían de servicio de restaurante o daban por lo menos café con media tostada, algo muy típico. Además, estaba el gusto por la conversación. Un amigo de Juan Benet elogiaba el saludable placer de la charla con amigos. Decía que: "Siempre me pareció más sano estar charlando en el café Gijón o en los salones de Juan Benet que jugar al tenis". El encuentro con los amigos, con quienes intercambiar penas y alegrías, desempeñaba en cierto modo una función terapéutica. La palabra puede ser también una medicina. Con su característica ironía, su prosa sonajero -en opinión de Juan Marsé- y sus dosis de mala uva, Francisco Umbral puntualizaba que el español acudía al café "buscando la realización verbal de sus frustraciones vitales". 

Ramón y Cajal sostenía que las charlas de café eran útiles para intercambiar ideas y consolarse con los amigos de los sinsabores de la vida; pero, además -argumentaba-, en el diálogo ejercitamos la totalidad de nuestros mecanismos mentales, algunos de cuyos rodajes tienden a atrofiarse a causa del desuso impuesto por la especialización profesional. Cajal reitera en otro comentario esta misma cuestión -lo que prueba lo mucho que le importaba- y añade que la jovialidad de los amigos constituye el mejor antídoto contra los desengaños del mundo y las fatigas del trabajo.

Desde luego que gandules había, en su mayoría rentistas y cesantes, que se eternizaban en los cafés, cultivando el dolce far niente. Seres con el alma ensombrecida por una veta depresiva que se abroquelaban en el café, dejando que transcurrieran perezosamente tardes enteras con una sola consumición, para ruina de los propietarios, pensando melancólicamente tal vez que todas las horas hieren y la última mata. Esto se lo recordaba su reloj cada vez que lo consultaban, más por tedio que por prisa, en cuya esfera se podía leer la siguiente inscripción: "Vulnerant omnes, ultima necat". 

Ahora bien, para las personas corrientes, más o menos activas, estos cenáculos sirvieron para hacer planes de viaje, o soñar con ellos, encargar recados o colaboraciones, pergeñar nuevas revistas, acoger reuniones de consejos de redacción, escribir cartas, hacer o recibir llamadas telefónicas, mantener cortejos amorosos, como hacía Antonio Machado, y, por supuesto, discutir unos con otros sumidos en el arduo -e imposible empeño de arreglar España.

La frecuentación del café era realmente muy útil para los parroquianos, por lo que no hemos de pensar que en modo alguno "perdían el tiempo en el café". Adquirían en ellos un capital social, una red de provechosas relaciones, que, en un país donde los puestos de trabajo se adjudicaban por amistad o parentesco, no era cuestión baladí. Mediante el trato social se obtenían favores, recomendaciones y préstamos por medio del clásico sablazo… Era un territorio propicio para los pícaros, buscavidas y arribistas. Nuestro premio Nóbel de medicina era consciente de que acudían a las tertulias de café dos clases de personas: las que buscaban obtener algún beneficio de sus relaciones, y las que solo pretendían solazarse con la charla amena. Cajal hacía a este respecto una prudente recomendación: "Apártate progresivamente –sin rupturas violentas- del amigo para quien representas un medio en vez de ser un fin". Así que ya saben!

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