Angustia, dificultad para dormir y excusas para no ir a clase, las primeras señales

Dar credibilidad a los menores cuando se quejan de humillaciones de sus compañeros es fundamental para detectar los casos

Un grupo de alumnos saliendo del colegio. GONZALO GARCÍA (ARCHIVO)
photo_camera Un grupo de alumnos saliendo del colegio. GONZALO GARCÍA (ARCHIVO)

"Cambios en el rendimiento académico, problemas para dormir, angustia, abandonar actividades a las que antes acudían contentos, no querer ir al colegio o rechazar la interacción son algunas señales que pueden indicar que algo no va bien". Lo explica la psicóloga Belén Montesa, que cree que es fundamental que los padres estén atentos a los cambios de comportamiento de sus hijos e hijas, a la vez que recomienda mostrarse abierto para hablar de los problemas o dificultades que puedan ocurrir en el centro.

De este modo, la escucha por parte de los adultos es fundamental para que los pequeños ganen confianza y puedan pedir ayuda. Es importante tener claro que el acoso escolar no se refiere solo a la violencia, sino que hay casos de bullying en el que el acoso es verbal, mediante insultos, o relacional, como, por ejemplo, el hecho de invitar al cumpleaños a todos los compañeros de clase menos a uno. El bullying sin violencia física suele ser más difícil de detectar porque es más sutil y, sobre todo los adolescentes, llegan incluso a no considerarlo acoso.

Sin embargo, detectar los casos a tiempo es importante para restaurar la integridad del afectado. "En la clínica veo que pasa mucho tiempo desde que la víctima empieza a sufrir acoso hasta que se decide a contarlo, por eso los niños llegan a pasar por situaciones límite y en muchas ocasiones la única solución acaba siendo cambiar de centro", explica Belén Montesa.

Pasa mucho tiempo desde que la víctima empieza a sufrir acoso hasta que lo cuenta; pasan por situaciones límite

Existe la falsa creencia de que este tipo de experiencias "te hacen más fuerte". Al contrario, los expertos indican que en muchas ocasiones, la víctima acaba experimentando estrés crónico y se vuelve cada vez más débil y vulnerable.

Una exposición moderada a conflictos relacionales ayuda a aprender a gestionarlos, pero dejar que el niño se enfrente a situaciones de violencia no solo es intolerable para los expertos, sino que tiene también consecuencias gravísimas. Así, afrontar determinadas experiencias de humillación no es fácil ni para los adultos, por lo que no se les puede pedir a los menores que las gestionen.

¿Cómo se diferencia entoncesuna riña entre adolescentes de un caso de acoso escolar? Para que sea considerado bullying tienen que darse tres condiciones: la primera, que haya intención de hacer daño, de anular a la víctima; la segunda, que sea un comportamiento reiterado y sistemático a la misma persona, que no sea un ataque puntual, y, por último, que exista un desequilibrio de poder entre los agresores y su víctima.