Blog | Crónicas y perfiles

Casos misteriosos del pasado

Extraños casos que mantuvieron a la población en vilo, y que todavía hoy no tienen una explicación clara, dignos de un programa al más puro estilo de Cuarto Milenio
photo_camera Entrada a la iglesia de Santa Clara. M. BARÁ

En 1897 Redondela amanecía con el titular ¿Dónde está el niño? en la edición de El Diario de Pontevedra. Versaba sobre una mujer separada que vivía en las cercanías de la estación de ferrocarril en una casa non sancta con un hijo de dos años. El ex marido había sido informado, que hacía días, «de que el niño lo había tirado al río su madre y respondiendo al cariño que le profesaba á la criatura, puso el hecho en conocimiento de la alcaldía». Los rumores comenzaron y había quién decía que el niño había aparecido "en Figueirido (Pontevedra) en un campo recién sembrado de maíz por unos vecinos de la indicada parroquia", que se acercaron al lugar alarmados por los lamentos del pequeño que llevaba varios días perdido y hambriento. Requerida la madre para dar alguna explicación sobre estos rumores declaró que había enviado al pequeño a la Casa Hospicio de Pontevedra.

Otro de ellos ocurrió en el convento de Santa Clara, el de Juanico, que no era un chico sino una mujer disfrazada de fraile, que ingresó en este convento y allí está enterrada. Pero el misterioso caso que nos ocupa en el convento se produjo en 1903. Un suceso que mantuvo en vilo a toda la ciudad y causó gran alarma entre el vecindario: "Los vecinos próximos al convento de Santa Clara se devanan los sesos todos estos días con el afán de buscar explicación satisfactoria á lo ocurrido en aquel establecimiento".

El caso comenzó con unos gritos procedentes del interior del convento una mañana muy temprano. Los vecinos más próximos oyeron unas voces pidiendo auxilio y asomados a las ventanas "percibieron que un cuerpo femenino, que muy bien pudiera ser de una monja que se inclinaba sobre una ventana como si fuera á arrojarse al huerto, cuyo hecho trataban de impedir otras compañeras de clausura". Lo que los vecinos se preguntaban era quién había pedido socorro, si la monja encaramada a la ventana o sus compañeras: "Lo que nadie se explica es si se trataría de un conato de suicidio ó de otro hecho de parecida trascendencia", y continuaba el misterio "Lo cual se sabría si los que pueden aclarar este misterio nos dijeran quién gritó aquella mañana por veces diferentes, ¡Socorro! Fué la víctima ó fueron las compañeras?". El suceso dejaba demasiadas preguntas sin respuesta.

Por aquel entonces era médico del convento el prestigioso facultativo Celestino López de Castro, al que le dediqué la sección hace unas semanas, que para zanjar las especulaciones, que corrieron como pólvora por toda la ciudad, publicó una nota en El Diario de Pontevedra: "Nada misterioso sucedió ni sucede allí, sinó que como el histerismo es una enfermedad que presenta forma varias, y como una de las Monjas, en ciertas épocas, se pone mal, como Médico que soy del convento, le garanto que nada anormal ha sucedido y que sería el primero en relatar". Y como prevalecía el secreto médico, en el caso de que fuera así, el caso nunca se aclaró en todos sus términos.

Otro misterio digno de reseñar sucedió en 1902 en Marín calificado de broma pesada, y vaya que fue pesada un rato largo. Todo empezó con el rumor: "decíase que había aparecido en una zanja en la parroquia de Campo, de dicho distrito, el cadáver de una niña recién nacida, muerta por una mano criminal". Comunicado el rumor a la Guardia civil, se inició una investigación y un operativo de búsqueda a contrarreloj sin resultado alguno; en la investigación tampoco hallaron ninguna mujer de la zona que estuviera embarazada y a punto de dar a luz. "La fantasía popular llegó á formar enseguida una leyenda terrorífica", porque una de las versiones explicaba el hecho en que una madre desnaturalizada había matado a su hijo con la intención de hacerlo, uno a uno, con los demás niños del barrio, al más puro estilo Herodes "para borrar no sabemos qué manchas de la conciencia, con otra peor: la del crimen".

Una nueva versión, que cobraba fuerza entre los vecinos, era la de un misterioso embozado "había depositado un paquete sospechoso, en la referida zanja, entre las sombras nocturnas". Pese a la diligencia de la Guardia civil, nunca apareció ni el cuerpo, ni la parricida, ni el enmascarado hasta que "por fin se vino en conocimiento de que todo el crimen misterioso había sido urdido por la calenturienta imaginación de un guarda de consumos", con alma de poeta, que en su tiempo libre ideó semejante melodrama y thriller de género en el que implicó a toda la ciudad y fuerzas del orden, para contemplar como espectador en vivo y en directo el desarrollo de la obra. Por lo que se refiere al autor fue denunciado y puesto a disposición judicial.

Y para misterios, en una vuelta a Santa Clara, sigue vivo el rumor sobre un túnel secreto que unía el convento con la iglesia de San Francisco. José Benito García lo sitúa en la Edad Media, como posible vía de escape de la ciudad amurallada. Testigos directos le han confirmado la existencia de una entrada al túnel sin explorar.

Reciente también es la parición de túneles bajo la ciudad construidos antes y durante la Guerra Civil para pasar de un sitio a otro sin ser vistos, entre ellos en la calle Andrés Muruáis que unía la casa del médico pontevedrés Celestino Poza Cobas con el sanatorio de su propiedad situado en la acera de enfrente; pero en este caso se consideró un túnel olvidado pero no secreto. En la casa natal de Manuel Quiroga existe la entrada a otro túnel del que se desconoce hasta la fecha su finalidad.

Por lo que se ve la ciudad estaba muy animada bajo tierra, el misterio es ¿cuántos túneles más existen? Se han puesto de moda y el Museo de la ciudad proyecta unir los edificios existentes mediante pasadizos subterráneos, si la geología lo permite; pero, con un poco de suerte, igual aparece alguno ya construido.

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