Opinión

El mensaje

EL 8 de marzo transcurrió según lo previsto. Al llegar a la redacción recibimos el mensaje de un antiguo compañero felicitándonos por un día que se supone nuestro. Nos vestimos de negro por las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas -800 desde que empezamos a contarlas. Más de 500 niños huérfanos por la violencia machista. Dieciséis mujeres menos sólo en los tres primeros meses del año- y condenamos la violencia machista. Les dimos a ellas los titulares y pusimos el acento en la brecha salarial, que impone un 23 por ciento de sueldo menos a las trabajadoras en Pontevedra y obliga a las mujeres a trabajar hasta tres meses y medio más para obtener el mismo salario que sus homólogos varones. Paramos durante una hora para evocar la utopía de la conciliación y el techo de cristal, que permite ver el cielo que a muchas se impide alcanzar. Subrayamos en rojo las cifras de la desigualdad y pusimos el foco en el legado machista de nuestra cultura. Reproducimos los testimonios de las que alcanzaron sus cimas y escribimos sus nombres al tiempo que las redes sociales se teñían de violeta, al menos durante unas horas. Luego, todos repetimos aquello de que hemos avanzado mucho, pero que queda un largo camino por recorrer.

Pero algo ya ha cambiado. Las nietas de las primeras universitarias y de tantas otras mujeres que no pudieron optar siquiera a la educación básica porque había otros planes para ellas tienen un mensaje nuevo. Las representantes de las generaciones más preparadas de la historia, sabedoras de que cuentan con más posibilidades que sus ancestras y convencidas de que no van a dar un solo paso atrás, alzan su voz incluso a susurros, por la noche, cuando al pie de la cama de sus hijas, les recuerdan que ellas también podrán ser quienes quieran ser si se lo proponen. Les dicen que sueñen a lo grande y salgan a perseguir sus sueños, que nunca permitan que nadie les haga dudar de su capacidad y su talento. Que se preparen bien y siempre caminen con la cabeza alta. Y que miren a los ojos. Que no se callen jamás y no dejen de abrir nuevos caminos, ya sea un 8, 9 o 10 de marzo. Y cuando las niñas duermen, ellas también salen a conquistar el mundo.

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