Opinión

¿Fin de la crisis?

EL 20 de agosto Alexis Tsipras celebraba en la simbólica Ítaca "el fin de la Odisea moderna" que vivió Grecia, quien "recupera su derecho a diseñar el futuro" tras la culminación del programa de rescate financiero. El mismo día el comisario de Economía de la UE, Pierre Moscovici, comparecía ante la prensa para anunciar "el fin de un ciclo para Grecia y el fin de la crisis en la Eurozona"

¿Fin de la crisis también para España? Hay que decir que los grandes problemas económicos que vivió el país desde 2008 –larga recesión, crisis bancaria, cierre de empresas y paro galopante, déficit insostenible...– se resolvieron, aunque dejaron muchas secuelas que permanecen.

Pero la economía española emite ahora señales de flaqueza que no indican que esté a las puertas de una nueva recesión, pero hay datos que hacen sonar las alarmas entre inversores, empresarios y ciudadanos. Como el freno del consumo, el descenso del turismo o el aumento de la inflación, sin contar la repercusión de la subida de la luz y del gasóleo.

La economía española emite ahora señales de flaqueza que hacen sonar las alarmas entre inversores, empresarios y ciudadanos

Las alertas aumentan con la incertidumbre sobre la nueva fiscalidad y los Presupuestos –no se sabe si será posible aprobarlos–, y el cambio del viento de cola del BCE, los bajos tipos de interés y el precio del petróleo, que deja de ser favorable.

La guinda de las debilidades de la economía la pusieron el paro, desbocado en agosto, y la caída de afiliación a la Seguridad Social –203.000 personas– que acentúa el déficit de tesorería de este organismo, que es el encargado de pagar más pensiones cada mes.

En junio de 2011 el profesor Tamames publicó el opúsculo Cuándo y cómo acabará la crisis. Es muy interesante la relectura del capítulo 9 en el que enumeraba hasta quince medidas que "es necesario implementar para que la economía española sea más resistente". Entre ellas incluía lograr un sistema autonómico más racional y unidad de mercado, más y mejor educación, más flexibilidad en convenios colectivos, reforma de las administraciones públicas y lucha contra la corrupción administrativa y de los partidos.

De las 15 se implantaron algunas que ahora esperan su derogación, a otras ni se les espera porque la dirigencia política –este gobierno, el anterior y la oposición– llevan tiempo entretenidos en cuestiones menores y defendiendo sus intereses partidarios.

Sin esas reformas estructurales pendientes de viejo ni se puede decretar el final de la crisis, ni el país está protegido para la desaceleración que se avecina.

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