Opinión

Lazos, pistolas y el Mago de Oz

SANTIAGO ABASCAL tiene una pistola. Para defenderse (¿de qué, ¿de quién?). Una ley no escrita del guionista de thrillers dice que en cualquier filme en que aparezca una pistola ha de escribirse una escena en la que esta sea disparada. La vida de Abascal ha sido muy aburrida hasta antes de ayer: no casa la pistola con su trabajo en la mamandurria que el PP le había buscado. Un sueldo fijo por un trabajo sin prefijar. Pero, en silencio, Abascal estaba tramando un futuro con pistola y ahora anuncia un futuro con barra libre de pistolas para todos los españoles y mucho españoles. Abascal nos quiere preparados para lo que pueda pasar, para los que puedan llegar a violar a nuestras mujeres e hijas. La mayoría de las medidas políticas de Vox se basan en un miedo atávico a amenazas que se asoman en el horizonte como la vieja del visillo a la ventana de su casa. Y hay que estar preparado para cualquier contingencia: no se sabe cuándo la patria necesitará nuestros tiros. Lo cantaba Kiko Veneno: "Nos matará la droga. Nos matará tal vez. Un hombre bueno con pistola". Solo que igual no es tan bueno el hombre ese, igual solo es un hombre temeroso, un hombre acorralado en un tiempo que no es el suyo, un hombre nostálgico de tiempos ya finiquitados.

Detrás de las montañas está el país de los lazos amarillos, al que no se llega por un camino de baldosas de ese color, precisamente. Al país ese se ha llegado y se llega por un camino de baldosas multicolores. A veces Torra se comporta como Dorothy: ella testarudamente empeñada en la búsqueda del mago de Oz que la lleve a Kansas y él, testarudamente frotando una lámpara para que salga de ella un genio que transforme a Cataluña en una república independiente, pero de verdad y de una vez por todas. Mientras, Oz, que resultó que no era mago ni era nada, permanece en Waterloo (Bélgica) intentando lo imposible, pues lo imposible es lo único a lo que puede optar ahora mismo. Exiliado hacia dentro de sí mismo, hacia un destino autoimpuesto, Puigdemont intenta que el tinglado no se le vaya de las manos sin darse cuenta de que hace tiempo que se le ha ido ya, de que ya no es el dueño de su sueño.

Santiago Abascal, Puigdemont, Torra... son hombres sueltos en el desierto de su propio delirio, piezas inconexas con su contexto socio-político que se creen, porque hay unos cuantos que les siguen, que el destino tiene una cuenta aún pendiente con ellos. Un día abrirán los ojos y se encontrarán con la boca seca y la cantimplora vacía, todavía camino de la tierra de Oz.

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