Opinión

Ricos y pobres

LA SOCIEDAD que defiende los derechos humanos, la igualdad entre los seres humanos, sigue demandando poner fin a la pobreza en el mundo, aun sabiendo que se trata de una entelequia, de una aspiración cercada por la utopía. Tan imposible es acabar con los pobres como liquidar a los ricos; aniquilar a los segundos por el hecho de serlo, pretensión de muchos demagogos que se olvidan de los desfavorecidos, no erradicaría la indigencia como por arte de magia. Ni supondría ninguna solución hacia los más necesitados, que se verían privados de los avances que necesitan del capital para generar prosperidad y puestos de trabajo, sinónimo de bienestar. Cuentan que visitando al líder socialista sueco Olof Palme, asesinado más tarde en una calle de Estocolmo, el comunista portugués Otelo Saraiva de Carvalho, uno de los cabecillas de la Revolución de los Claveles, le dijo que "en Portugal, en dos años, acabamos con los ricos", a lo que Palme, sorprendido, respondió: "¡Vaya!, lo contrario que nosotros, que lo que queremos es acabar con los pobres". Suecia es uno de los países con más alto Índice de desarrollo humano, encontrándose entre las veinte economías más grandes del mundo. Todo dicho.

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