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Ser feliz no es noticia

El actor Tom Hanks. JASON SZENES (EFE)
photo_camera El actor Tom Hanks. JASON SZENES (EFE)

NO ES ALTO, ni guapo, ni tiene un cuerpo de escándalo, pero Tom Hanks ha sabido potenciar otras virtudes, que le han convertido en unos de los actores más respetado del "star system" americano. Para unos es el rey de Hollywood, para otros simplemente "Mr nice guy" (chico bueno), pero nadie tiene la menor duda que siempre hace del proyecto más difícil algo estimulante, divertido y con garantía de éxito. Es Un amigo extraordinario en el cine y en la vida.

Le entrevisté por vez primera por Philadelphia (1993, con la que consiguió su primer Oscar), lo que indica lo prehistórica que es una en esta profesión. Era la primera película importante de Antonio Banderas, después de Los reyes del mambo, donde el malagueño se aprendió su texto en inglés de memoria porque, en ese momento, su noción del idioma de Shakespeare se limitaba al "good morning, thanks" y poco más. Después del montaje de la película, en la que Banderas interpretaba a la pareja de Hanks, su personaje quedó reducido a unas pocas secuencias que, sin embargo, no eclipsaron el buen trabajo del español que, a partir de ese momento, empezó a tener su sitio y ser respetado al otro lado del charco.

Después de esa entrevista con vinieron unas cuantas más por Forrest Gump, Naúfrago, Salvar al soldado Ryan, Apolo XIII y Polar Express. En esta última tuvimos la conversación más larga. Nos encontramos en el hotel Claridge de Londres. Después de hablar un rato sobre la complejidad técnica de la película, Hanks me preguntó por las tradiciones navideñas en España. Sin pretenderlo, empezamos a intercambiar vivencias y solamente nos faltó invitarnos mutuamente a vivirlas en primera persona. "Son unas fiestas que me encantan. Me implico totalmente en su organización", me dijo. "Soy yo quien adorna la casa, sobre todo el que se encarga de poner las luces externas y un tren enorme por el jardín. Luego, la mañana del 25 de diciembre, me levanto muy temprano para hacerle galletas a mis hijos y que las tomen calentitas cuando se levanten".

Mientras le escuchaba, sin querer, me vino a la cabeza la cantidad de personajes que, con mucha menos entidad, me habrían dado una mala contestación si les hubiera preguntado por cómo pasarían las Navidades. "De mi vida privada no hablo", suele ser siempre la respuesta cuando se sienten injustamente agredidos ante una pregunta tan poco "íntima". Tal vez por eso, cada día admiro más la cercana humildad, carente de impostura, de los más grandes. Esa normalidad es la que les hace especiales.

Le comento que el cine de sus comienzos no ha sido mi devoción. "No sabes cómo te entiendo. Tampoco la mía", me dice a carcajadas. "Que mis principios en el cine estuvieran ligados a la comedia, no implica que yo fuera un tipo divertido. Ni lo era ni lo soy ahora. Soy un hombre enamorado de su mujer, orgulloso de la familia que he creado, amigo de sus amigos, muy perfeccionista, con sentido del humor y muy aburrido para los periodistas. Me gusta estar en casa y los actos sociales me seducen lo justo. No soy buen cebo para la prensa y los grandes titulares. No es noticia alguien que es feliz con su familia y lleva una vida normal".

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