Opinión

La vida en un pestañeo

En un informe concluye que el programa Quédate en México somete a migrantes a abusos, incluyendo violaciones

"¿Has dejado de escribir el artículo de los sábados?", me preguntaron varias veces estas últimas semanas. Me incentiva, por un lado, la fidelidad de quienes lo echan en falta. Y, por otro, siento cierto agobio por la presión que eso origina. Es estimulante tener ese compromiso de encuentro semanal, que ya ha cumplido cuatro años, aunque he necesitado estos días para desconectar de todo e, incluso, de algunos. Era importante recuperar un poco mi espacio, una dosis de libertad necesaria y ausente en los duros últimos meses.

El confinamiento, el virus, todo lo que hemos vivido este año que ¡por fin! se ha ido, ha recolocado la mente de muchos. A mí, en concreto, me ha empujado a priorizar, a dar mayor relevancia a esas cosas que nunca había olvidado, porque siempre estuvieron presentes pero que, por razones que no alcanzaba a materializar, tenía relegadas a otra lista de necesidades.

Esta "loca e inesperada aventura", en la que nos hemos visto envueltos, me ha ayudado a interiorizar, encontrar la calma, recuperar mi mundo zen y replantearme vivir de otra forma ante todo aquello que me desestabilizó. Es posible que, ese latigazo de cordura, no lo habría experimentado con el ritmo de vida que llevaba. Dicen que "todo lo que ocurre, conviene" y quiero quedarme con esa parte del vaso medio lleno.

Lo he hablado amigos, que están en la misma sintonía de esa actitud, y todos coincidimos en que, a veces, los cambios vitales aparecen cuando menos los esperas y son los que te conducen, sin remisión, a una segunda experiencia vital, una nueva oportunidad. No todo el mundo puede disfrutar del reto que supone la posibilidad de rectificar y ajustar la escala de valores.

La perspectiva que tienes de las cosas, cuando no convives con la presión, el stress y algunas obligaciones innecesarias, te lleva a saborear cada momento en plenitud e, incluso, reparar en cosas y situaciones que nublaban la mente de esa perspectiva. La paz, la calma ¡qué importantes son!

Paseándome estas Navidades, de vez en cuando, por esas redes sociales que meses atrás podían llegar a crear incluso dependencia, me di cuenta del tiempo perdido en conversaciones banales y discusiones innecesarias. Percibes "al vuelo" a aquellos que son realmente esenciales y eres consciente de que hay vida más allá de ese mundo virtual que, al margen de sus manifestaciones inevitablemente dolorosas, es de los que merece la pena exprimir y saborear.

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? La verdad es que no lo sé y creo que ya ni quiero valorar la posibilidad de una respuesta afirmativa a la incógnita. Lo ocurrido ya no se puede cambiar y lo que venga no es algo que podamos manejar. La lectura correcta de lo vivido "invita" a centrarse en el día a día, en no mirar más allá porque la vida nos puede cambiar en un pestañeo...¡y de qué forma!

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