Opinión

Marín, a popular taberna O Caixón

HOY TRAIGO a los lectores un breve relato sobre uno de los emblemáticos establecimientos que existió en Marín del sector de la alimentación, inspirándome en un corto que el marinense Diego Muñoz Barcía, especializado en imagen y sonido, ha realizado bajo el titulo de O Caixón, historia de un bar (con letra y música del cangués Rubén Lino) como un homenaje a su emprendedora madre, Cristina, según confiesa el autor en la presentación de su trabajo en las redes sociales.

Detrás del nombre de O Caixón hay una historia que se inicia con la llegada a Marín, en la primera mitad del siglo XX, del matrimonio formado por el vallisoletano Gonzalo Yerro Arévalo y la arousana Isabel Belmote Ureña, que se instalan, en la entonces calle Montero Ríos (hoy Méndez Núñez o rúa Real) con un establecimiento de ultramarinos finos llamado La Vallisoletana (1928). La familia Yerro-Belmonte por su condición de comerciantes y gracias al floreciente negocio que regentaban había adquirido cierto prestigio social entre la burguesía marinense hasta el punto de que el cabeza de familia, el citado Gonzalo Yerro, sería elegido delegado del Sindicato de Ultramarinos y miembro contador de la Juventud Católica.

En el año 1950 (hace 70 años) la familia Yerro vende su negocio al pontevedrés Manuel Barcia Portela quien lo relanza comercialmente, de acuerdo con los nuevos tiempos y las nuevas formas de consumo, como Ultramarinos Finos Manuel Barcia Portela, atendido personalmente por él, su esposa Carmen Álvarez y su hermano Domingo. Pocas serán las familias de mi generación e incluso posteriores que no hayan pasado por el establecimiento de Manolo o do Caixón (como era conocido cariñosamente). Persona dinámica, de un carácter afable y dicharachero, atendía el mostrador con una demostrada profesionalidad a la que añadía una dosis de humanidad para vender a fiado a las familias económicamente débiles, deudas que incluso a veces, por adversas circunstancias que afectaban a los deudores, eran incobrables. En 1996, casi medio siglo después, Manolo o do Caixón decide jubilarse poniendo fin a Ultramarinos Finos Manuel Barcia Portela.

Pero su desaparición no permite que nos olvidemos de la taberna-trastienda anexa al ultramarinos –con entrada por la calles Real y Caracol– a la que acudían los habituales de la época dorada del chiquiteo a degustar los clásicos pinarejos, castillas, vino de pasas, ribeiro turbio... servidos por Pedro Méndez Chitorri, alias adquirido de su condición de jugador de fútbol. Aquella taberna no murió. Todavía pervive gracias a que la hija de su fundador, Cristina Barcia, en un alarde de emprendimiento acomete la reforma de aquel rincón para convertirlo en un lugar donde, en la actualidad, poder disfrutar, en medio de un ambiente agradable y esmerada atención personalizada de una variada carta de vinos y tapeo, conservando el nombre

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