Opinión

Cotorredondo, un lugar a recuperar

TODA la provincia de Pontevedra es mirador de incomparable hermosura; y si entre las posibles atalayas para contemplar el paisaje ha de elegir el viajero una en Marín, siempre se le aconsejará que tome la carretera que asciende a Cotorredondo donde la repoblación forestal forma hoy una bóveda de verdor, extendiéndose desde el Lago de Castiñeiras como un impresionante océano forestal que el viento riza cual el mar que se contempla desde la altura en visión imborrable”. Así comienza un artículo, que guardo en mi cajón de apuntes y que alguien -cuyo nombre no recuerdo- me facilitó allá por los años 70 sobre una reivindicación que ya entonces se hacía para hacer de Cotorredondo un Parque Nacional. Ensalza el escrito “las bellezas de aquel paraje tan hermoso y natural sobre todo en primavera y en esta época del año que tanto invita a ser visitado y disfrutado.” La zona del Cotorredondo (bajo jurisdicción de los concellos de Marín, Vilaboa) es un Parque Natural. Hermoso lugar que acumula diversas áreas de recreo y esparcimiento a su alrededor así como diversos senderos que atraviesan “el bravo monte en el que relinchan los caballos (habla el autor también de ciervos, pero estos ya no existen) y que conduce a una balconada impresionante (torre vigía de incendios y mirador actualmente cerrado y en total abandono) desde la que se contempla el gran valle que termina en el gozoso reír de la amplia y blanca playa de Moaña”. Es Cotorredondo “solaz de fin de semana para miles de personas que allí acuden por la belleza del lugar, punto de atracción turística de considerable importancia sobre todo desde que la autopista Pontevedra-Vigo ofrece una facilidad de acceso mucho mayor al que años antes existía.” Ya por entonces el escritor y poeta José María Castroviejo en su Guía espiritual de una tierra aconsejaba la ruta de Marín a Cotorredondo invitando al viajero y senderista a tomar “una carretera de turismo, que desde la gran masa de bosque zigzaguea por el espinazo de la península hacia la cúspide denominada Faro de Domaio. La emocionante sucesión de belleza a lo largo de este camino no ha de ser olvidada por el viajero....”

Pero contra todas estas bellezas que por aquellos años se ensalzaban existe hoy el abandono y la apatía de quienes teniendo la obligación de cuidarlas las mantienen en el olvido y en total ddescuido. Las reivindicaciones para la rehabilitación de Cotorredondo y sus parajes adyacentes se han convertido en noticia de actualidad sin que por parte de quienes tienen la responsabilidad de “cuidar, mantener, recuperar, acondicionar... el monte” sigan sin hacer los deberes. Las administraciones con competencias en este asunto no deberían permitir que Cotorredondo, un gran recurso natural y turístico, siga a la espera de las actuaciones pertinentes para su recuperación y mantenimiento de tal manera que vuelva a recuperar su alto valor medioambiental y paisajístico.

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