Opinión

Paradojas de la política

A la hora de gestionar los debates electorales, un reto ineludible en cada llamada a las urnas, la Corporación pública de RTVE muestra mayor responsabilidad institucional que el propio Gobierno de la Nación. Su posición descansa sobre la vigente orografía parlamentaria, nacida de las elecciones generales de 2016. El Ejecutivo prefiere remitirse a la orografía demoscópica, que es el minuto y resultado de las expectativas de voto en vísperas de la jornada de votación.

La paradoja está servida. Es un hecho que Moncloa y Ferraz no han aceptado la propuesta de RTVE para que Sánchez participase en un debate con los otros tres líderes de las principales fuerzas parlamentarias, según el último dictamen de la voluntad popular. En cambio ha aceptado la propuesta de Atresmedia, que es una cadena privada, para un debate que incluye a una quinta fuerza política (Vox) sin representación parlamentaria.

El desplante del Gobierno a la televisión pública, sin precedente en los últimos 26 años, es escandaloso. Más escandaloso aún que la negativa del presidente a debatir cara a cara con el líder del PP, Pablo Casado, que es la visible alternativa de poder. A la luz de la vigente realidad parlamentaria y no de la que cantan los sondeos, que no deja de ser volátil y especulativa.

El interés electoral del partido en el poder se antepone al respeto institucional. Al PSOE la interesa ahondar en la fragmentación de la derecha. Por eso quiere a Vox en el debate a cinco que se anuncia para el próximo día 23 en Antena 3. Y esa razón prima sobre el respeto a la vigente expresión institucional de la voluntad de los españoles, hoy por hoy reflejada en la composición de la Diputación Permanente del Congreso.

Paradojas de la política. Que RTVE se atenga a dicha voluntad y el Gobierno, no. Que ahora el PSOE sea un valedor de Vox como antes el PP lo fue de Podemos. O que partido de Iglesias Turrión haya superpuesto su programa a los contenidos materiales de la Carta Magna cuando en su impulso fundacional está la aversión a la Monarquía y al "régimen" del 78.

En cualquier caso el presidente se la juega. El anunciado debate a cinco saca a Sánchez de la zona de confort en la que ahora se encuentra como una especie de espectador que se beneficia de la derecha rota mientras habla de los «tres temores» y guarda un silencio táctico sobre asuntos donde su posición es más frágil. Por ejemplo, el problema catalán y su presunto apareamiento con partidos separatistas.

No olvidemos que para quien va ganando sobradamente en los sondeos, abandonar su calculado distanciamiento (que el gasto lo hagan otros), siempre es un riego. Precisamente porque quien va ganando es el que más tiene que perder. Cualquier error puede ser fatal en esta excitable democracia de último minuto.

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