Opinión

A la Fifa solo le pido un reloj, un metro... y sentidiño

Dos de las modificaciones —el tiempo efectivo de juego y las medidas idénticas de los campos de fútbol profesional— se me antojan que son cambios irreversibles y urgentes

SER UN "loco por el fútbol" justificaría mi devoción por el fútbol-deporte, el de los aficionados, que está lejos, pero sin menospreciarlo, del fútbol-negocio. Por eso si me preguntasen "¿elegirías uno u otro?", mi respuesta sería rotunda, "preguntas capciosas, no. Ambos se deben complementar".

Sin embargo cada día se pone más de manifiesto, por las declaraciones de nuestros dirigentes, que abandonan el sector deporte, al tiempo que crece su preocupación por el negocio que genera. Se centran en conseguir mayores ingresos para LaLiga y se olvidan de las modificaciones imprescindibles para propiciar un juego limpio que redundaría también en beneficio del negocio.

Eso nos lleva a pensar que las instituciones futbolísticas nacionales son cómplices en el inmovilismo de Fifa, al no exigir actualizar normas prehistóricas, quizás porque a algunos de los que mandan no les gusta el fútbol y solo pretenden entender del negocio, lo que produce el choque frontal con los aficionados.

Es la razón por la que he aprovechado el escaparate que me ofrecía el evento abierto desde Madrid a los cinco continentes, Elite Soccer Congress, que está llamado a consolidarse como una de las grandes citas anuales de debate, para presentar una ponencia que insta a la Fifa a estudiar tres cambios en beneficio del fútbol-deporte: el tiempo efectivo del encuentro, las medidas idénticas de los campos y un tiempo muerto por partido para cada entrenador. Valorémoslas.

1ª El encuentro durará 60 minutos de juego efectivo
Es evidente que la regla Fifa sobre el tiempo de juego, 90 minutos, se incumple de forma sistemática. La norma obliga al árbitro a recuperar todos los minutos que se hayan perdido por cualquier circunstancia y las estadísticas de las ligas europeas son tan demoledoras que constatan que la media del juego efectivo no llega a alcanzar los 60 minutos, siendo la española la liga en la que menos minutos se juegan, con solo 56 minutos.

De ahí que los deportes que se juegan a un tiempo determinado (básquet, futbol-sala, hockey sobre patines, waterpolo...) desde hace años disputan sus encuentros con tiempo real de juego, dejando el tiempo corrido para los que se juegan en busca de un tanteo (tenis, golf, voleibol...) El fútbol es una excepción de esa regla.

Detener el reloj cada vez que se para el juego le permitiría al fútbol ser más justo y eliminar actitudes antideportivas que generan violencia en el campo y en la grada por la pérdida deliberada de tiempo por lesiones ficticias, lanzamientos de portería, banda, faltas; protestas al árbitro, entrega de balones... y ahora el VAR.

El cambio solo aportaría ventajas para los actores principales del juego, tanto para los entrenadores —que conocerían para su estrategia el tiempo exacto que restaría por disputar— como para los espectadores, que pagarían, no como ahora, por un tiempo real de espectáculo y, evitarían, a través del juego limpio, la violencia que les genera la pérdida de tiempo, en especial en el último cuarto del encuentro.

¿Tiene sentido exigirle ese trabajo extra al colegiado con lo difícil que es arbitrar? No. Serían los grandes beneficiados de la nueva norma al dejar de cronometrar los minutos perdidos. Descargarlos de esa tarea es obligación de los legisladores y en especial al final del partido, cuando una jugada, cumplido el tiempo reglamentario, puede decidir un encuentro tras una escapada en solitario del delantero, una falta, un córner... cuando la regla solo permite fuera de tiempo lanzar un penalti.

En resumen se trata de romper, de una vez, con esa antideportiva regla estratégica en la que se ha convertido utilizar la pérdida de tiempo para beneficiarse.

2ª Los terrenos de juego profesionales medirán todos 105 m. x 68 m.
Es incomprensible, o al menos se hace muy difícil de entender, cómo en el siglo XXI, con los intereses de todo tipo que se mueven en el fútbol profesional, no se obligue a que el juego se dispute en terrenos que tengan unas medidas idénticas.

En la Liga Santander no sucede. Entre los campos de Elche, el de más superficie, y de Éibar, el de menos, existe una diferencia de 650 metros cuadrados, lo que supone unos 60 metros cuadrados más de esfuerzo para cada uno de los 11 jugadores de un equipo. ¿Tiene sentido?

Apostemos por que los terrenos de juego tengan la misma extensión y se exijan unas medidas de seguridad mínimas en los campos, para tranquilidad de los jugadores que elimine el riesgo de chocar con banquillos, publicidad, gradas...

3ª Un tiempo muerto de 2 minutos por partido para cada entrenador
¡Qué enorme absurdo es que se condene a los entrenadores a no poder reunirse con sus jugadores mientras el balón está en juego! Con la importancia profesional que se les da y que tienen en el fútbol parece un lujo estúpido evitar que puedan dirigirse, al menos una vez en el partido, a todos sus futbolistas.

Se ha comprobado que el público admite con naturalidad el tiempo de la pausa de deshidratación, por lo que estoy convencido que ese misma afición disfrutaría al escuchar las consignas del entrenador a sus jugadores, porque les permitiría valorar y puntuar la charla del técnico... al tiempo que se favorecería el negocio al aparecer en pantalla, sobreimpresionada, una bien pagada publicidad.

Dos de las modificaciones —el tiempo efectivo de juego y las medidas idénticas de los campos de fútbol profesional— se me antojan que son cambios irreversibles y urgentes. Ojalá siga el mismo ritmo la aprobación del tiempo muerto para los entrenadores, que lo necesitan y merecen, pero todo indica que será motivo de mayor debate. Ante el inmovilismo, innovaciòn ‘con sentidiño’. Es imprescindible.

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