Opinión

Arrojar la televisión por la ventana

EN ESTOS tiempos prescindir de la televisión es un sano ejercicio que repercutirá en enormes beneficios para su salud física, mental y emocional. Un aparato encendido constantemente en casa es tan absurdo como tener la lavadora dando vueltas sobre si misma durante horas. Las razones para olvidarse de este aparato son múltiples. Estropean las relaciones de pareja y las relaciones con los hijos porque el tiempo que le dedica a la pantalla no se lo dedica a la familia ni a lo más importante, a usted mismo. Es un sustitutivo de las conversaciones en la mesa, a la hora de comer o de cenar.

La televisión solo muestra las imágenes que un cámara quiere que usted vea o los contenidos mezclados para influenciarle psicológicamente por una productora. Por no hablar de la multitud de anuncios que constantemente se suceden como un bombardeo incesante, molesto y tedioso. Cuando usted ve una película realmente está viendo anuncios y entre cada anuncio le ofrecen el trozo de una película. Es como estar sentado en un sillón contemplando un supermercado en movimiento. Me dirá que solo ve el telediario, los deportes y por la noche algún programa de entretenimiento. Siento defraudarle pero los telediarios hoy en día son los departamentos de comunicación de las grandes corporaciones empresariales y lo único que ve es lo que la empresa quiere que vea. Los deportes no son deportes. Son prensa rosa sobre presuntos deportistas analfabetos que presumen de sus cuentas bancarias en forma de trajes ridículos u ostentaciones materiales. Y los programas de entretenimiento no entretienen. Drogan, adormecen, anestesian cualquier inspiración y además, están plagados nuevamente de anuncios.

Estas son las razones obvias para prescindir de la televisión. Pero la razón fundamental para lanzarla por la ventana es la siguiente. Hoy en día, con el uso de las pantallas del teléfono, con el uso de las tablets y los ordenadores conectados a Internet resulta ya anacrónico tener una televisión presidiendo el salón con los sillones orientados al objeto. La televisión solo necesita un espectador que contemple de manera pasiva lo que ve. Con Internet, usted puede elegir los contenidos que quiere ver. En ese sentido se ha democratizado el uso de la información y el entretenimiento. Con la televisión usted es un ser pasivo que solo acumula "pseudo realidades" mientras que con Internet usted por lo menos elige lo que quiere consumir de manera activa. Hágase un favor. Sustituya ese bonito espacio donde tiene la pantalla por una hermosa planta y deje de repetir lo que ha escuchado en el telediario como un loro adoctrinado. Desempolve el viejo tocadiscos, sintetice Radio3, seleccione Spotify o elija en Youtube el álbum completo de Jazz que más le guste. Sírvase un buen vino y mientras cocine recuerde que se ha convertido en un ser liberado.

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