Opinión

Héroes de Pontevedra: Teresa, la monja revolucionaria

MIENTRAS TERESA jugaba a recoger castañas junto a sus hermanas, Aurora y Aida López Canabal, su padre Delfín, conductor de La Carolina, primera línea de autobuses de la comarca, servía copas de vino de la huerta al Marqués de Riestra, a Abel Hermida, padre del fundador de Radio Pontevedra, a José Malvar, padre del constructor y a Losada, después de una soleada mañana de caza en su casa de Cachafeiro. Teresa nació en 1929 y siempre sintió el impulso de ayudar a los más desfavorecidos. Al morir su padre, Delfín, toda la familia se trasladó desde Cachafeiro a Pontevedra junto con sus hermanas y su madre, María, mi bisabuela, quien abrió un restaurante donde ahora mismo está la autoescuela Peregrina. Una casa de comidas para sacar adelante a todas las hijas con esfuerzo. Comenzaron a vivir en la calle Joaquín Costa. Al estallar la guerra civil esa casa fue señalada con pintadas para quemarla, con ellas dentro. Tuvieron que irse a vivir al barrio de Santa María en el casco antiguo, casa que sí ardió, hasta que volvieron a trasladarse a las Calles Sierra y Sagasta. Con 17 años Teresa, llamada por el impulso de ayudar a los pobres, ingresó como monja en la orden de las Calasancias. Actualmente se ubican en la calle Blanco Porto, solar que consiguieron gracias a Antonio Puig y al hermano de Teresa, César López Canabal, jefe y subjefe provincial del movimiento nacional. Antonio Puig nos enviaba todos los años por Nochebuena un pavo vivo que teníamos que emborracharlo. El pavo andaba por casa haciendo eses hasta que caía al suelo en redondo como una cuba. Teresa comenzó dando clases como profesora en el colegio de la Divina Pastora en Chipiona. Una de sus alumnas fue la cantante Rocío Jurado, cuyo padre era zapatero y trabajaba en las bodegas Rodríguez Hermanos quien le enviaba todos los meses un garrafón de vino dulce. Pasaron los años y la enviaron a Madrid en un colegio del barrio de Salamanca. Allí Teresa se convirtió en la primera monja de España y en la primera mujer de España, en sacarse el carnet de conducir. La película Sor Citroën está basada en ella. Posteriormente Teresa se va a Asturias y en sus propias palabras allí "hice la Revolución". Comienza dando clases en la localidad de Pola de Allande donde enseña con pasión. Organizó con los niños una compañía de teatro que ofreció diversas funciones y con el dinero que recaudó realizó una excursión a Covadonga para todo el pueblo, cuyos vecinos no podían permitirse el viaje. Teresa ofrecía comida a los pobres a través de su propio comedor social y pedía dinero para su proyecto a los inmigrantes americanos que vivían en los lujosos chalets de la zona. Conoció al obispo Tarancón y se hicieron muy amigos. Comían varias veces juntos en Oviedo. Tarancón fue una de las personalidades más importantes de la transición política española y le aconsejó a Teresa: "Tu labor esta en el mundo, no en un convento". Después de esa conversación, Teresa volvió a Pontevedra para continuar su labor social, siendo la estanquera en la estación de trenes de Pontevedra, un estanco hecho de madera que parecía una cabaña. Teresa me cuenta la historia de un chico que estaba enganchado a la heroína. Una mañana le sacó una navaja en los baños de la estación. Teresa le miró a los ojos y le dijo: "Pero que me vas a hacer pobre". El chico soltó la navaja con los ojos llorosos. Ella comenzó a invitarlo a comer todos los días en la cafetería de la estación y así pasó el tiempo, los meses, entre charla y charla, hasta que un día no volvió más. Años después, este chico, que era de Marín, regresó a la estación para verla. Iba con su mujer y una niña pequeña, su hija. Se había quitado de la droga, se había casado y tenía un trabajo. Le dijo a Teresa: "Yo he tenido una madre porque me parió, pero usted es mi segunda madre porque me rescató". En otra ocasión estaba una chica sentada en un banco del andén. Pasaban las horas, los trenes y ella no entraba en ningún vagón. Al caer la noche Teresa se le acercó y le preguntó porque no cogía ningún tren. Le contó entre lágrimas que iba a Ourense. Venía de la Toja porque trabajaba como sirvienta en el chalet de una familia y al regresar paró a tomar un café en la alameda, donde le robaron el bolso. Se había quedado sin dinero y sin documentación. Teresa le compró el billete destino a Ourense y le ofreció dinero por si lo necesitaba a su llegada. A los ocho días la chica regresó al estanco para darle las gracias con una caja de bombones. En la estación de trenes de Pontevedra también había un pintor de Vilagarcía que realizaba pinturas al óleo de manera magistral y exponía sus cuadros en los andenes. Tenía un problema con la bebida. Una tarde, Teresa observó como los guardias de seguridad le estaban pegando hasta que alzó la voz para detenerlos: "¡No os dais cuenta que es una persona enferma, que manera es esa de tratar a un ser humano!". A partir de ese momento el pintor le juró a Teresa que no volvería a beber jamás y siguió pintando en la estación. El pintor meses después se marchó a Barcelona. Un año más tarde vino la madre del pintor, ya anciana, para darle las gracias a Teresa por salvar a su hijo de la bebida, porque no volvió a beber más y ahora vivía en Barcelona siendo un pintor con mucho éxito. Todos los días Teresa ayudaba a quien se presentaba por la estación y en el estanco con algún problema. Logró que cientos de personas salieran adelante con sus vidas. Mañana cumple 90 años. Es una mujer con pelo blanco, menuda, sonriente, con la mirada llena de bondad y alegría. Si la ven pasear por la calle Sagasta denle un beso y un abrazo. Es una de tantas heroínas anónimas de nuestra ciudad. Felicidades.

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