Opinión

La Misión, Ennio Morricone

"A la altura de Bach, Mozart o Beethoven, Ennio Morricone, un genio que pasó por el mundo y nos dejó un himno para toda la humanidad. La Misión"

PROBABLEMENTE DIOS le silbaba al oído la música a Ennio Morricone. Él, sin saber porqué, ya tenía la música en la cabeza cuando se disponía a componerla. Ha habido profetas como Jesucristo que afirmaban hablar con Dios. Profetas como Mahoma que aseguraban estar escuchando al arcángel San Gabriel dictándole el Corán. Ennio Morricone fue otro profeta de nuestro tiempo pero utilizaba otro lenguaje para expresar lo inefable, lo inexorable, lo inconmensurable y la infinita belleza de la naturaleza y el universo. Solo así se explica que un ser humano haya sido capaz de componer semejantes obras maestras que pasarán a la historia y perdurarán por los siglos de los siglos en la memoria colectiva de la humanidad.

Su obra no es solo musical, es cultural, espiritual, filosófica, humanista. Si hubiera que enviar un mensaje al universo debería tener la forma de una canción y esa melodía sería La Misión, la composición más hermosa jamás compuesta por el género humano, síntesis de toda su piedad, avance, superación y belleza. Debería sonar en los altavoces de todo el mundo, en todas las ciudades, en todas las calles. La Misión tiene una energía sanadora y liberadora. Subamos el volumen de esa canción para acabar con los problemas del mundo actual. Subamos el volumen de La Misión y el virus se desintegrará en el aire, los israelitas y palestinos correrán como locos a abrazarse, los soldados en conflictos militares en toda África abandonarán sus fusiles al escuchar la melodía y se darán la mano, la delincuencia en Centroamérica desaparecerá como la niebla en el alba, el odio, el rencor y la avaricia dejarán de tener sentido en las mentes de los seres que escucharán paralizados el silbido mágico de La Misión.

A la altura de Bach, Mozart o Beethoven, Ennio Morricone, un genio que pasó por el mundo y nos dejó un himno para toda la humanidad. La Misión.

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