Opinión

Viaje en tren

9.00. AL ALBA. Pontevedra. A través de la ventana del vagón, tras el cristal, casas de piedra, fincas, neblinas, montañas, valles y campos van quedando atrás. Pasan rápido como en una pantalla. Escribo desde un tren en movimiento. Escribo dentro de una serpiente que se desliza por la tierra. Entramos en un túnel y se hace de noche. Salimos del túnel y se hace de día. El tren es la vida en movimiento desde la contemplación del asiento. Llegamos a una estación. En el andén esperan. En el vagón se levantan. Se abren las puertas. Todos suben y bajan. Inevitable la curiosidad al mirar quien entra. Tras un breve lapso de tiempo se reanuda el movimiento. Acelera. Otro túnel. Este es tan largo que la serpiente se convierte en cohete espacial y viajamos a través del espacio cósmico del universo. Salimos del túnel y un sol implacable ilumina la hierba helada de la mañana. Derrite la escarcha. Cruzamos Padrón. Patria del pimiento. Ahora Compostela. Patria del conocimiento. Me gustaría salir corriendo hacia el Abrigadoiro, tomar un vino honesto. No me da tiempo. Arranca de nuevo el tren. Ahora solo hay bosques. Verde en la tierra. Azul en el cielo. Amarillo solar. Quien pintaría esta mañana. ¿El clima, la luz, el azar? Ahora el tren se convierte en un dragón corriendo desbocado hacia Coruña, el país del viento. En el vagón todo es silencio. Rumor de raíles que rozan los hierros. Sin brisa. Sin tiempo.

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