Opinión

¡Más medios! ¡Es la guerra!

El lenguaje bélico que emplean las autoridades no es inocente. Intenta inculcarnos la idea de que esto es algo parecido a una guerra bacteriológica. La humanidad entera se enfrenta a un virus, que es como un enemigo omnipresente, inmisericorde y letal, con capacidad para diezmar considerablemente la población mundial, si no le plantamos cara con la estrategia y el armamento adecuados. Desde el comité de crisis, algún alto mando militar se permite lanzar arengas belicistas: nos advierte de que en esta guerra todos los ciudadanos somos soldados y que hacen faltan disciplina, espíritu de sacrificio y moral de victoria. No nos convoca a las barricadas, ni a las trincheras, pero sí a sobrellevar como podamos una especie de toque de queda que convierte nuestros hogares en refugios o búnkeres de donde no se puede salir so pena de ser sancionados o arrestados por militares y policías.

Una cosa es estar en la primera línea de la batalla contra el coronavirus y otra ser carne de cañón. Nuestros valientes sanitarios no quieren ser héroes, quieren ser útiles. Y para que lo sean, y puedan defendernos y a la vez defenderse del adversario vírico, han de disponer de los medios materiales y humanos, de las armas profilácticas que esta lucha requiere. Ya está tardando demasiado la respuesta efectiva a su desesperada llamada de atención para que cuanto antes se les provea de mascarillas, guantes, batas y equipos de protección, los elementos indispensables para que el combate no se convierta en una inmolación, en un sacrificio inútil por no decir un suicidio colectivo. En ese ámbito las responsabilidades están claras. Son las comunidades autónomas, con sus consejerías de sanidad, las que gestionan la salud pública. Tienen todo el derecho a parapetarse en sus competencias. Sin excusas, porque en la guerra vale todo.

Acabe como acabe la pandemia, se ha constatado que el Covid-19 pilla al sistema sanitario público con las defensas muy bajas. Inmunodeprimido. No estaba preparado para nada parecido a esto. Y además no reaccionó a tiempo. No tenía apenas margen de maniobra, que es lo más grave. Fueron muchos años de severos recortes derivados de una durísima crisis económica. La precariedad obligaba a hacer más con menos, pero en muchos casos también sirvió de coartada para un reajuste del modelo en el que fue ganando peso la sanidad privada como negocio en detrimento del interés general. Y eso es lo que estamos pagando ahora.

El coronavirus avanza imparable por la escasa resistencia que ofrece nuestro sistema nacional de salud, en el que los aplausos solidarios de la ciudadanía no pasan de ser un placebo que en ningún caso pueden suplir al arsenal profiláctico que se requiere en el frente de combate. Desde la trinchera, la indómita infantería sanitaria grita desesperada: más medios, es la guerra. Por si el alto mando no se entera.

Comentarios