Opinión

Absentismo de lujo

C arl Anton Larsen nació en Noruega el 27 de agosto de 1860 y falleció sesenta y cuatro años después en Mar de Ross el 8 de diciembre. Fue uno de los más activos exploradores antárticos. Pilotando el «Janson» entre 1892 y 1894 navegó por las procelosas aguas del Mar de Wenddel hasta que un gigantesco muro de hielo le impidió continuar la aventura. Posteriormente, como homenaje al intrépido nauta, la monumental masa blanca recibió el nombre de Plataforma Larsen. Gigantesco escudo helado que, por lo sucedido en las últimas décadas, si no surge un milagro, camina hacia su práctica desaparición.

Antes de los colapsos, la plataforma Larsen abarcaba desde el cabo del Deseo -o Longing- hasta el de Mackintosh en la costa Black. Dividida en tres sectores: A, B y C, los dos primeros colapsaron en 1995 y 2002, respectivamente. De la Larsen B todavía quedan algunos remanentes. Malas, muy malas son las noticias proporcionadas en las últimas semanas y meses por la plataforma Larsen C -la cuarta en extensión, después de la Ross, Filchner-Ronne y Amery-. La negativa evolución no es exclusiva de la plataforma Larsen. Al contrario, se incardina plenamente en la dinámica de sus homólogas antárticas, las cuales han disminuido, cuando no desaparecido, en las últimas décadas.

Dada la evolución de sus dos «hermanas», la plataforma Larsen C ha merecido una atención especial por parte del mundo científico desde hace años. Sin embargo, todo se ha acelerado en los últimos meses. De ese modo, su evolución guarda un notable paralelismo con lo sucedido con la Larsen B. Desde hace tiempo, la Larsen C presenta una grieta. En agosto del año pasado había crecido 22 km. respecto a marzo. De agosto a diciembre volvió a aumentar 18 km. Su extensión actual supera los 100 km. y únicamente 20.000 metros separan la plataforma de la ruptura y desprendimiento. Si ese hecho sucede, surgiría un mega iceberg de 5.000 km2. Similar a la extensión de la Rioja. De ese modo se convertiría en uno de los diez icebergs más grandes registrados a lo largo del tiempo.

Dirigida por Roland Emmerich, en 2014 se estrenó en España la exitosa y polémica película de catástrofes «El día de mañana». La acción comenzaba precisamente con una gigantesca grieta en la plataforma Larsen. Allí trabajaba una expedición científica dirigida por el paleoclimatólogo Jack Hall, acompañado de Frank Harris y Jason Evans. Con toda seguridad, el actual escenario antártico no desembocará en la apocalíptica situación de la película. Pero, ¿es correcto todo lo que le estamos haciendo al Planeta? De algún modo, ¿no se estará quejando la madre Gaya del maltrato al que está siendo sometida? Cuando Carl Anton Larsen vio detenida su marcha por el, de aquella, infranqueable muro de hielo, ¿pudo haber pasado por su mente que poco más de un siglo después se derretiría, se esfumaría, a una velocidad definida como asombrosa por los científicos?

xosé manuel Pereira fernández

L ES llueven críticas, y como si oyesen llover. Da igual, por un oído entra y por otro sale. El 27 de diciembre, la Mesa del Congreso, por unanimidad de la casta y anticasta, decidió un mes de vacaciones, todo enero, para los diputados; y una semana más en febrero para no interferir en los congreso de PP y Podemos. En este caso con reparos de Ciudadanos. No le afectaba. Al margen de cualquier otro juicio, el absentismo (de lujo) es una ofensa al ciudadano y más a la clase trabajadora, que cobrando cinco o seis veces menos no disfruta de ninguna regalía que se le parezca, y encima ha de sufragar religiosa y forzosamente la holganza de los parlamentarios. ¿Que alguno, entre tanto, va a comisiones? Puede, pero el hemiciclo sigue cerrado y eso irrita. Tiene, sí, su lado positivo. El pasado año, sin Parlamento y con un Gobierno en funciones, mejoró la economía, bajó la cifra de parados y la rutina no se detuvo. Y al menos nos ahorramos enfrentamientos de guion y paripés partidistas. Quiere eso decir que, a veces, es preferible que los políticos no toquen nada. No tocando no causan estropicio. Pero el morro que le echan cabrea y no lo justifica.

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