Opinión

"La recuperación justa", y punto

Relato oficial para contrarrestar el recibo de la luz. Sánchez, entre jubilados y militantes, rehúye el Congreso
Pedro Sánchez, en la Casa América. JAVIER LIZÓN
photo_camera Pedro Sánchez, en la Casa América. JAVIER LIZÓN

El político ¿nace o se hace? He ahí la pregunta, y aquí van algunas respuestas. Puede ser que el político nazca genéticamente con el oficio de fábrica. Pero en la mayoría de los casos el político se hace a sí mismo. Algunos políticos tienen mayor o menor vocación pública. Otros tienen más o menos preparación. Incluso muchos de ellos son la viva imagen de la fotogenia, la supuesta belleza de tanto gustarse a sí mismos hecha teoría política.

En el caso de Sánchez, todo deriva en una concepción propagandística de lo público y su propio yo. Sin difusión no hay mensaje, y sin mensaje no hay contenido ni destinatario, aunque ese contenido esté vacío al ser un espejo que sólo refleja el alma invisible de la nada. La perseverancia de la imagen, la aparición mediática a martillo pilón, la proyección social por cantidad y no por calidad, es lo que la ciencia política admite como liderazgo. Pero para ser un líder hay que tener preparación, conocimiento y carisma, algo más que canas estratégicas, cierto don de gentes que entusiasme y encandile, y auténtico apego a la verdad, la coherencia y la honestidad. Es decir: hay que tener credibilidad. No basta con ser alto y guapo, aunque esto último va en los gustos. No basta con invitar en la Casa de América a los jefazos del dinero y a los generales de las eléctricas. Además, hay que ser eficaz, cumplir las promesas de campaña y de gobierno, no mentir, gobernar por igual para la gente que te ha votado y no te ha votado, obrar con equidad en favor del interés general y del país que lideras, solucionar los verdaderos problemas sociales que se supone deben resolver nuestros gobernantes pues para eso les hemos votado y elegido; para eso están en las instituciones del poder que regulan y sirven al marco democrático de convivencia.

A Sánchez le quieren convertir en el Obama europeo, en un figurón galáctico de la comunicación política, en un líder universal de la repatriación y del salario mínimo, en el mesías de la recuperación y la vacunación. Se ha procurado un ejército millonario de asesores y le han puesto un equipo de pantallas transparentes con las que leer sin papeles, mirando al frente hacia los ojos de los españoles como si éstos no supieran lo que hay. En España todos los presentadores televisivos de informativos conocen el llamado autocúe. El Rey lo utiliza sobre todo en los mensajes de Navidad. Casado en contadas ocasiones porque es bueno sin papeles y tiene menos agenda institucional. Esperanza Aguirre lo ensayó en su salto a la modernidad, aunque Rajoy o Zapatero eran de la vieja escuela de leer en papel. Pero Pedro Sánchez se aficionó a ese sistema en los Aló presidente de la pandemia.

Consta en los manuales de la gestión covid que Sánchez leyó a cámara incluso respuestas preparadas ante previsibles preguntas de los periodistas elegidos por la criba selectiva de la Moncloa. Y ahora, salvo que esté entre jubilados y entusiastas militantes, en el Parlamento o en esas entrevistas tan amables de la prensa amiga, tira de puesta en escena sin piano, con cúe y con carita de no haber roto un plato en su vida, para convencer a los ciudadanos de su alto sacrificio por el bienestar colectivo y su compromiso con España pese a pactar con los rupturistas del separatismo.

Así que el acto presidencial estrella de esta semana tuvo fondo negro, invitados ilustres porque el sanchismo pasa lista y márketing de teleprónter para comunicar al país sin cuestiones incómodas de la prensa preguntona que España vive "una recuperación justa" y punto. Mejor sin la presión del Congreso, donde Sánchez lleva sin aparecer casi tres meses, porque ahí la oposición le fiscaliza y le pone en evidencia. El presidente no vio necesario explicar en la sede de la soberanía nacional las crisis de Afganistán, Ceuta y el recibo de la luz.

Prefiere alejarse de la crítica, ajustarse a la verdad única de su versión, no rendir cuentas porque en realidad él se siente y muestra como estadista por encima del bien y del mal. Y sin más atrezzo que una sucesión de vaguedades y técnicas de conferenciante profesional, el líder dibujó una nación infinitamente mejor que la de hace un año, presta a alcanzar la sublime perfección en materia económica y sanitaria.

Dice Sánchez, sin aparente sentimiento de culpa, que "el Gobierno se hace cargo de la preocupación social y seguirá actuando hasta solucionar el alza de los precios de la energía". Pero no aporta soluciones eficaces ni explica que los récords sucesivos del precio de la luz son de su responsabilidad como los que él denunciaba cuando gobernaba Rajoy.

Los 3.300 millones de euros recaudados en impuestos no son puestos por Moncloa al servicio del paro juvenil ni de aquella burbuja retórica de la pobreza llamada mínimo vital. Para Sánchez, la recuperación justa, constitucional y democrática es que el PP acepte la renovación del Consejo General del Poder Judicial que le conviene al Gobierno sin que "los jueces puedan elegir a los jueces" (Bolaños dixit), que es precisamente lo que recomienda la Unión Europea. Primera metedura grave de pata del nuevo gurú publicitario de la Moncloa que, como Sánchez, tiene una autoritaria visión ideológica partidista de la Constitución, la judicatura y la democracia.

Las cuentas claras
El paro ha bajado en agosto en 82.583 personas, pero ha destruido 118.004 afiliaciones a la Seguridad Social. En los últimos tres días de agosto se destruyeron 357.000 empleos. Para volver a los niveles precovid hay que crear 700.000 puestos de trabajo preservando los Ertes. España alcanzó el 70% de vacunación, pero 14 días después de lo prometido por Sánchez. La pandemia ha duplicado la situación de pobreza extrema de los españoles y las colas del hambre. La pobreza energética amenaza a las clases medias porque la luz ha subido casi un 200% en solo un año y el butano alcanza los altos niveles de 2015. Sufrimos la mayor inflación en una década, lo que dispara la cesta de la compra y dificulta el pago de las pensiones. Y el Gobierno regalará un millón de euros de los fondos europeos a 100 autores, sin precisar el criterio a seguir salvo tener una obra publicada. Serán 10.000 euros por barba de dinero público para facilitar el «crecimiento personal» y propiciar «la reflexión artística». Las cuentas claras y el chocolate espeso.

 

Coalición de dos en uno
Sin la referencia de Iglesias dentro, aunque mueve los hilos desde fuera, Podemos se marca como finalidades prioritarias permanecer en el Gobierno para contener su desplome electoral y tomar la Universidad para invertir en futuro. La Ley Castells del ministro ausente desprecia la memoria y recomienda a los estudiantes buscar en internet. El anteproyecto Wikipedia de Ley del titular podemita de Universidades prevé eliminar al Rey de la firma de expedición de títulos y liquida requisitos para ser rector. El borrador, calificado de regresivo en todos los frentes salvo el gubernamental, contempla dar preferencia a las mujeres frente a los hombres para ser contratadas en las universidades públicas. Sin duda, ideología de género impositiva que prima el sexo sobre el conocimiento y la preparación, lo que fomenta desigualdad. Lo de ahora ya no es coalición de Gobierno, sino dos gobiernos distintos dentro de un matrimonio de interés. Podemos lleva al Congreso su empresa pública eléctrica en contra del criterio del sanchismo, que sigue siendo podemita por necesidad.

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