Pensé que era una broma cuando, al caer la tarde, leí que Sumar, o sea Podemos, propone que Zapatero negocie la amnistía con Puigdemont. Que no es que la sonrisa del régimen la haya pifiado en su viaje a Europa para cortejar al prófugo. Es que ella, Yolanda, y los veintitantos partidos que suman y suman sin dar con el resultado quieren que ZP también aporte su sonrisa Mr. Bean a esta parodia trágica de la amnistía y sucedáneos, entiéndase referéndum de autodeterminación y demás cesiones al chantaje separatista para investir a Sánchez. A mí, qué quieren que les diga, no me parece ni mal ni bien, porque Zapatero parecía el candidato socialista de la reciente campaña y Pedro su entusiasta telonero de mitin. Ya dijo siendo presidente aquello de "Pasqual, apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán". Y válganos Dios que lo hizo y se quedó corto, porque después vimos un intento de golpe, una declaración unilateral de independencia, dos referéndums ilegales, una condena colectiva del Supremo a los sublevados, los indultos correspondientes, la supresión de la sedición por la que fueron condenados los golpistas, la rebaja de la corrupción malversadora sobre la que el PSOE sustentó su moción a Mariano Rajoy y un fugado de la Justicia con el que la ‘vice’ del Gobierno-Estado en funciones negoció sin luz ni taquígrafos. Por eso sería muy lógico que ZP, además de su debilidad con Venezuela, de llegar al Gobierno tras el traumático 11-M, de negociar en secreto y bajo cuerda con Eta adjudicándose su final en detrimento de las fuerzas de seguridad, la Justicia y las víctimas, y de hacerle la campaña ignominiosa al sanchismo de la mentira y el engaño, negocie ahora la amnistía para engordar su prestigioso currículum de servicios a la democracia constitucional española.
Y como Johnny, el sanchismo cogió su fusil y se fue al frente, donde las balas de la palabra matan y las fosas de la desmemoria están repletas de los cadáveres que la política va dejando en las cunetas de España. Y arengó a las masas con palabras bonitas y siderales a la altura galáctica de Obama, como cuando Sánchestein se pone cursi y babea horchata pacifista en el país maravilloso paralelo que ha fabricado una falsa España happy. Jonny se fue a la guerra antimilitar, según escribió Dalton Trumbo en su novela pacifista. Y como Johnny, el sanchismo podemita hace el amor y no la guerra pero después de un secretario general de la OTAN español, Solana, en la guerra de los Balcanes o ahora la guerra de Ucrania, donde un ataque ruso mató a una cooperante española que habría que ver lo que le hubieran dicho a Aznar si le hubiera pasado a él en la guerra del ‘no’ y del Golfo. De momento, ya le han llamado golpista rebelde por pedir la movilización social contra la amnistía los mismos que pactan con los verdaderos golpistas. Así que, con su conocida perífrasis hecha de demagogia y verborrea gaseosa, ZP, Sánchez y a tropa del mirlitón le llamarán a la amnistía Ley de alivio penal o similar para suavizar el trágala del pueblo español con supositorio de consulta no vinculante en la receta con tal de seguir gobernando pese a perder las elecciones. Y si la parábola no es lo suficientemente engañosa, le pueden llamar Ley de convivencia para evitar que España les robe. Y si este colectivo de tentaciones autoritarias se convierte a la verdad, que le llamen directamente Ley para la investidura de Sánchez, o Ley para limpiar el nombre de un prófugo golpista y otros delincuentes condenados e indultados.
Zapatero se ha transformado en algo más que el doble de Rowan Atkinson y la sonrisa masculina con la que acompañar los monólogos chistosos de la feminista Yoli. ZP se ha convertido en el comodín del Sánchestein, en chico de los recados para todo, en el mediador y verificador universal, juez y parte o la parte contratante de la mejor parte de la inmoral amnistía con la que seguir en la Moncloa. Y el sanchismo coge su fusil y va a la guerra contra Feijóo por ejercer el derecho de protesta justo cuando la vieja guardia socialista, desde Felipe a Cebrián, desde Guerra al portero de Ferraz, sacó a pasear las conciencias de la Transición, la Constitución y la democracia en momento tan trascendente para el presente-futuro de España. Hasta la numero 2 del sanchismo, la Montero de pedigrí y no la otra, parodió a Alfonso Guerra con la incierta frase de que "en este PSOE el que se mueve sí sale en la foto", aunque no el expulsado Redondo Terreros. Eso me recuerda que ZP necesita un segundo, y quién mejor que Pablo Iglesias, que ya fue a la cárcel a negociar con Junqueras la primera parte del Sánchestein. Realmente, si nos lo llegan a contar hace apenas cinco años no nos lo creemos. Pero si lo llegan a saber los valerosos arquitectos de la Transición española seguramente habrían renunciado a su logro histórico al entender que varios ‘iluminati’ del socialismo, el comunismo, el entorno de Eta, el republicanismo separatista y la burguesía secesionista vasca y catalana de derechas tratarían de liquidar en solo una legislatura lo que ellos construyeron (40 años de convivencia y bienestar) y ahora llaman peyorativamente régimen del 78. Y el sanchismo cogió su fusil...
La diada pinchada
A Pere Aragonés le salió mal la Diada porque además de bajar el seguimiento en la calle, le abuchearon y tuvo que irse con el rabo entre las piernas. Para eso, más suerte tuvo el condenado indultado Junqueras, que no asistió por covid, como Sánchez al G-20, lo que le libró del fracaso público. La pandemia de la amnistía siguió su proceso febril de contagio limitado en una Diada desinflada por estar hecha a imagen y semejanza de la investidura de Pedro Sánchez. Por eso, la celebración se tornó en apoyo al prófugo quien, con menos representación que nunca, influye más que siempre gracias al sanchismo podemita. Pedro y su coro favorable a la amnistía le han resucitado en el sarcófago del secesionismo porque necesitan que esa disensión contra la unidad de España y la Constitución siga viva, pues esa amenaza le mantiene con opciones de seguir en la Moncloa. Aragonés juega a pequeño Napoleón de parte, mientras que el prófugo hace el papel de libertador de Cataluña desde Waterloo. Una especie de Simón Bolívar cobarde y huido de la Justicia que, si quiere volver a España, debe pasar por la cárcel antes de ser indultado, que no amnistiado.
Dimisión en diferido
El conocido sanchista Luis Rubiales ha dimitido en diferido con retraso, facilitando este culebrón artificioso con el que se intentaron tapar las vergüenzas de la amnistía y el referéndum de autodeterminación y se hizo apología política del beso. Rubiales apeló en su comunicado a los poderes fácticos en abstracto para justificar que desistía de seguir en la poltrona de RFEF. Otro engaño más marca de la casa, porque el único poder que le descabalgó fue el suyo, el sanchismo que le sostuvo cinco años pese a sus desmanes en la gestión del fútbol español que los tribunales se encargarán de juzgar. Poderes fácticos son la banca, la Iglesia o los medios de comunicación, y salvo en el caso de estos últimos, notarios de la actualidad, como decía José María García, no veo las misas de los domingos o los consejos del Santander, BBVA o Caixabank tejiendo una conspiración para cargarse al predicador del piquito, como él mismo bautizó su censurable comportamiento. Rubiales tendrá suerte si encuentra un futuro en España, por factible condena de inhabilitación y multa por el beso a Jenni Hermoso. Porque hay besos y besos: el de la separatista al policía imputado en el procés no cuenta.