Opinión

La Sacra Famiglia

SI MUCHOS de los jovenzuelos a los que se les pregunta por la calle quién fue fray Junípero Serra, con el fin de demostrar el fracaso escolar español desde Villar Palasí, lo ignoran, o lo confunden con Serrat, el autor de Mediterráneo, cuando les pregunten por Jordi Pujol dirán que fue un defensa del Barça.

Y es que ambos personajes estuvieron de actualidad hace mucho tiempo. Y más que lo van a estar por diferentes motivos.

Contra el segundo de ellos concretamente, el juez José de la Mata acaba de dictar un auto demoledor donde lo acusa de ser la cabeza visible de una organización criminal integrada en su núcleo duro por los miembros de su familia y otras personas, hasta un número total de 27.

La acusación no debe sorprender a nadie medianamente informado, pero la verdad es que leída así, con el marchamo del juez y con esa aséptica descripción del entramado para la delincuencia, azota el espinazo y alimenta las más turbias suposiciones porque los imaginas sentados a la mesa de Navidad mientras aprovechan entre plato y plato para cronometrar sus relojes y concretar otros extremos propios de la actividad criminal.

Faltan detalles, porque si Marta Ferrusola es la madre superiora del convento en el particular argot de la banda, y si su hijo mayor es el capellán de tan productiva cofradía, quisiéramos aclarar si Jordi, el patriarca, tenía la consideración de Papa, o era directamente Dios.

Si pensamos además que para lograr el éxito de la cuadrilla fue necesario diseñar un plan que incluía la siembra de un pensamiento separatista y traidor, de tal forma que la justicia propia acabase viéndolos como la segunda Sagrada Familia de Gaudí, el asco que producen crece y se desborda.

No en vano la mafia se llamaba a sí misma famiglia y estos han seguido sus pasos al pie de la letra. ¿Quién haría de Espíritu Santo?

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