Opinión

Medusa se mira al espejo

Las desinformaciones que los más jóvenes llaman fake y los adultos bulo tienen de antiguo en el DRAE un nombre correcto y conciso: paparruchas.

Por ser coloquial, aquí que somos tan rácanos con lo nuestro y tan estirados con las nimiedades, dimos en despreciar el diccionario y abrazamos sin pudor un barbarismo de éxito en Francia llamado canard. Un canard fue durante años una noticia falsa, inventada en beneficio del medio que la edita para aumentar sus ventas, o simplemente, para rellenar un espacio sin noticias.

A la búsqueda del primer canard reflejado por la prensa española encontramos que el diario La España de 1848, ya se pregunta si el hallazgo en Durango (México) de más de un millón de momias sentadas es un canard o no.

Las paparruchas han adquirido una importancia de primer orden, pero ahora ya no para los medios, sino para los políticos, pues han descubierto que bien administradas, pueden dañar al adversario tanto o más que la información contrastada.

Así se explican las declaraciones realizadas ayer por el exalcalde y exembajador Paco Vázquez, donde dice en su letra más gruesa que Sánchez "ha declinado la dirección del país en un mercenario: Iván Redondo". Albiol, Basagoiti y Monago lo habían avalado.

Conquistado el poder, ¿cuál es hoy el valor añadido de un spin doctor que no proviene de sus filas y que podría estar haciendo lo mismo con el partido que está en la oposición?

Pues en especial, la Dirección General de Canards y Paparruchas; o sea, el desmentido, la manipulación, los tiempos, los fakes, el mensaje, la pantalla, la apariencia, el maquillaje, el atrezzo y el aderezo, el decorado, el rumor, el contrarrumor, el bulo propio y el ajeno, la censura, las teles y redes, el twitter, el wassap y la madre que los parió.