YA COMENTABA la semana pasada que las conversaciones con amigos dan para mucho. Sobre todo si, como ocurre con muchas de las personas de mi entorno, somos unos apasionados de la política y se mira ésta desde muy distintas perspectivas.
Una de las últimas aportaciones surgidas en estas amenas charlas y que me ha dado mucho que pensar ha sido una que apuntaba que al actual Gobierno de España le interesaba que Feijóo se mantuviese al frente de la Xunta a partir del 5 de abril. Mi interlocutor defendía que, en este momento, un "gobierno amigo" en Galicia implicaría para Pedro Sánchez un ingente gasto en inversiones que no está en condiciones de asumir.
Y puede que esta opinión no vaya tan desencaminada como a priori podría parecer. A nadie se le escapan los incontables déficits con los que ahora mismo cuenta Galicia respecto, no solo frente al resto de las comunidades históricas, sino frente al resto de España en general. A Galicia no llega el tren de alta velocidad, ni tiene transferidas las competencias de tráfico. Tampoco tiene policía autonómica ni tarifa eléctrica especial para sus empresas. En Galicia somos ya prácticamente los únicos que pagamos por la movilidad en nuestras autopistas y tenemos las pensiones más bajas del Estado. Por citar solo algunas de nuestras demandas históricas Galicia deberá ser tratada como el resto de nacionalidades históricas Gonzalo Caballero.
Pues bien, en caso de que Gonzalo Caballero se hiciese dentro de un mes con la presidencia de la Xunta, al Gobierno de España se le abriría un nuevo frente, una nueva vía por la que desangrarse. Porque una cosa es negarle el pan y la sal a tu adversario y otra cosa hacerlo con tu hermano de sangre (política).
Lleva el candidato socialista mucho tiempo anunciando que si su partido alcanza el gobierno autonómico Galicia verá saldadas muchas de sus deudas. Cumplirlo exigiría un sobresaliente esfuerzo en cuanto a inversiones para Galicia por parte del gobierno central. Y a tenor de lo visto no parece que en este momento vayan por ahí las intenciones del equipo que preside Pedro Sánchez. Más bien todo lo contrario. Dejemos a Feijóo en su castillo dorado y que desde allí apande con todas las carencias que sufre su pueblo, que en algún momento tendrá que rebelarse.
Decía antes que esta opción no es del todo descabellada y a las pruebas me remito. Poco (o nada) hizo en su día Felipe González por propiciar un gobierno socialista en la Galicia de Fraga. Eso le permitió, por ejemplo, volcar el mayor volumen de inversiones hacia su tierra, Andalucía, o hacia la tierra de sus socios, Cataluña, cuando los necesitó.
Hay otra cuestión que me hace pensar que la tesis de mi amigo quizá no vaya del todo desencaminada. Y es la completa inacción por parte del gobierno central de cumplir antes de las elecciones ninguno de los puntos acordados en su pacto de investidura con el BNG. El PSOE sabe de sobra que adoptar en este momento una medida –insisto, acordada– como la liberación del peaje de la AP-9 supondría una tremenda baza electoral. El por qué no lo hace, desde luego, me da que pensar.
No quiero terminar este artículo sin antes hacer una pequeña referencia a la crisis del coronavirus. Por fortuna Galicia es a día de hoy una de las pocas comunidades de España en las que no se ha registrado ningún caso. Pero eso no significa que no nos esté afectando. Lo está haciendo, y mucho. Estos meses del año son claves en cuanto a lo que a reservas internacionales se refiere para una zona turística, como son las Rías Baixas, y para España en general. Y la crisis del coronavirus está provocando que éstas se haya reducido muy significativamente respecto a años anteriores. A ello habría que sumar la cantidad de eventos que se están suspendiendo o se prevé suspender. Ante una situación de esta magnitud no estaría de más que el Gobierno de España se plantease responder tomando medidas de bonificación fiscal como se ha hecho en Italia.
