Opinión

De charanga y pandereta

ASÍ DEFINÍA a la España del desastre del 98 Antonio Machado. A la España, deprimida como nación y viejo y gran imperio. Aquella España hundida en la ruina económica y en la crisis social. "La España de charanga y pandereta/ cerrado y sacristía/ devota de Frascuelo y de María/ de espíritu burlón y de alma quieta/ ha de tener su mármol y su día/su infalible mañana y su poeta".

Han pasado los años y la pandereta sigue sonando de lo lindo. No para. La habíamos silenciado un poco en los gobiernos de Aznar, pero con la llegada de Zapatero y Sánchez ha vuelto a sonar con más fuerza si cabe. Más tralla aun que la que le dan en la Tuna Compostelana, en donde siempre quiso ingresar mi amigo y colega de la Junta, Andrés González Murga, que canta divinamente, y que termino por desistir de sus pretensiones musicales por la seria amenaza de su padre de quedarse sin el tercio de legitima.

Por el mundo adelante nos toman a pitorreo. Desde que llego Zapatero al timón de los destinos de esta maltratada patria parece que nos miró un tuerto. Nos toman de coña en todos lados. Y es que no se puede seguir circulando por el mundo adelante a caballo de Rocinante y asesorados por Sancho Panza.

Desde que nos fuimos huyendo de Iraq, traicionando a uno de nuestros más firmes aliados como son los Estados Unidos de Norteamérica, todo son desgracias y meteduras de pata, y no nos dan más que palos por todos lados. Las relaciones internacionales son muy complejas y hay que caminar con pies de plomo y fijarse mucho antes de cruzar el paso de peatones. En la vida corriente y vulgar y en las relaciones entre países socios y aliados es algo elemental y de sentido común que no se puede traicionar al amigo cuando este, encima, te necesita y es la mayor potencia del mundo.

Vendimos y abandonamos a la nación americana y cambiamos esa alianza tradicional por la de las dictaduras de Corea del Norte, Cuba, Bolivia y Venezuela. Unos países a los que enviamos anualmente cientos de millones de euros y de los que obtenemos en justa compensación patadas en el trasero, insultos, injurias y calumnias que, lejos de ser contestadas como se merecen por los servicios diplomáticos que pagamos todos, solo tienen el silencio y la cobardía gallinácea como respuesta.

Desde la marcha de José Maria Aznar, España ha desaparecido del mapa internacional. Hemos pasado de la foto de las Azores al lado de Inglaterra y de los Estados Unidos a fotografiarnos con el dictador venezolano y los Castro. Hemos tragado de todo en Europa y hemos tirado, alegremente, por la borda una importante cuota de poder que había conseguido Aznar con gran esfuerzo y sacrificio. Le rendimos pleitesía al reyezuelo marroquí; hemos traicionado al pueblo saharaui; y nos bajamos los pantalones ante los ingleses en Gibraltar. Ahora contemplamos la opereta bufa que interpretamos con el pobre payaso de Puigdemont. Un espectáculo bochornoso, propio y de la Unión Europea, que sigue haciendo méritos para que en España haya cada vez más euroescépticos. La euroorden efectiva para detener a este golpista, se la pasan por la entrepierna los burócratas de Bruselas porque nos ven como a unos pobres a los que se desprecia, insultando, además, a nuestros jueces. Mientras, Sánchez, se calla y se humilla como siempre. Lo dicho, un gobierno de charanga y pandereta. Eso, si, muy inclusivo y resiliente.

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