Opinión

El presidente Mora

Era de esos personajes inolvidables para los que somos aficionados a los toros en Pontevedra. Le conocí cuando con un grupo de taurinos pontevedreses comenzamos a organizar los ciclos de conferencias y exposiciones sobre el arte de Cuchares que se enmarcaban en la Semana Cultural Taurina que se celebraba en el Teatro Principal.

Por allí pasaron don Camilo José Cela y Rafael Landín, los ganaderos, José Ignacio Charro, Victorino, Juan Ignacio Pérez-Tabernero y el inolvidable Paco Jiménez Pasquau. Los cirujanos Pintos y Barros Malvar; pintores como López Canito y Cesar Palacios; el escultor Pablo Lozano; matadores de toros como Pepe Luis, Lucio Sandin, Taurina, Esplá, Andrés Vázquez, Curro Vázquez o Elvira; periodistas como Elena Sánchez, Pedro Rivas y Antonio D. Olano que vino durante cuatro años seguidos y se autoproclamó conferenciante perpetuo de la Semana Cultural Taurina.

A todos estos actos acudía Enrique Mora Morandeira, no en su calidad de comisario jefe o de presidente de la Plaza de toros, sino en su condición de gran aficionado. Para él, la semana cultural, era todo un contrapunto literario y artístico de la Feria Taurina de esta capital.

Mora, comentaba que ese contrapunto cultural era fundamental para que la corrida de toros no se agotase y culminase en su solo aspecto material, externo y popular. Sino que trascendiese más allá, hacia el área mágica del tratamiento literario, pictórico; en definitiva, de lo cultural, de lo artístico o de lo misceláneo. Y es que la Semana Cultural Taurina, traía a Pontevedra las impresiones de ilustres personalidades relacionadas de algún modo con ese mundo insondable y sorprendente, en el que el drama y no pocas veces la muerte y la tragedia se visten de luces y sangre para culminar un rito espectacular y apasionante. Impresiones de personas que, de alguna manera, habían volcado y volcaban su atención – y su vocación- en la Fiesta, a través del ensayo literario, la crítica periodística o su propio protagonismo activo y real frente al toro y sus mágicas circunstancias.

Una semana cultural cuyo trasfondo, como decía el que fuera alcalde de esta ciudad, Rivas Fontan, se proyecta en la misma raíz de la Fiesta Nacional- de la que es complemento- para ofrecer fuera del escenario cruento de la lidia real, la concordancia cultural que comprendía ese fenómeno de masas tan enraizado en el alma española y tan vinculado a nuestras tradicionales fiestas de la Peregrina.

Una vez terminada la Feria pontevedresa, nos reuníamos en la bonita casa que José María Muñoz del Sol tiene en Caldas de Reyes, para comer una exquisita carne de toro que preparaba su encantadora mujer. Enrique Mora acudía siempre que se lo permitía su trabajo con sus compañeros Yáñez, Dositeo, Martull, Manuel Teijeiro y Jose Mera. Un gran equipo de grato recuerdo. Se hablaba de todo, pero sobre todo de toros. Y se discutía mucho, Barrantes de por medio y humo de Cohíba. David Campos, Antonio Melero, Pedro Rivas, Alfonso Barreiro, y los incondicionales partidarios de Pedrito Castillo, Eulogio Vázquez y el asesor presidencial, Foro, un purista y amante del toro que no suelta una oreja de más así lo maten. En fin, muchas y buenas personas. Algunos, desgraciadamente, ya no están como Enrique Mora. Un extraordinario aficionado y un gran presidente de este coso de San Roque. Y es que como decía el otro día en televisión, Emilio Muñoz, para ser presidente hay que ser un buen aficionado. Y él lo era y mucho.

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