Opinión

Ruina

No aprenden. La casta política catalana gobernante lleva desde hace muchos años con los ojos vendados como los caballos de picar. Y salen a la plaza pública ciegos perdidos y sin tener presente las consecuencias de la irresponsabilidad de sus actos, hacia una ruina total. Ruina y dictadura. Pero a ellos les da igual. Tienen sueldo fijo, canonjías y prebendas que paga Juan Pueblo. El problema es que a Juan Pueblo y al empresariado catalán, ya en franca huida, que tienen que ganarse el dinero día a día y con mucho sacrificio, sus propios políticos los has han metido en una tumba, que solo hace falta tapar. De ello hay clarísimos precedentes. Cuando mandaba en el gobierno regional el amigo de la ETA, Rovira, les pidió a los ciudadanos catalanes que no apoyaran las Olimpiadas de Madrid 2012. Las consecuencias de la estúpida petición no se hicieron esperar. Y la respuesta de los agraviados fue directamente a parar a los bolsillos de la economía catalana, haciéndole unos cuantos agujeros negros.

En Madrid y en el resto de España se desató de manera espontánea una campaña contra el cava y los productos catalanes. Los teléfonos móviles no paraban de enviar mensajes en ese sentido, y el problema para los empresarios del espumoso, que vieron muy mermadas sus ventas, fue gravísimo. De repente se dejó de comprar cava catalán, mientras que el cava de Extremadura, La Rioja o de Valencia disparó sus ventas a toda la nación. El pánico y el berrinche entre los cosecheros catalanes fue tremendo y obligó a Rovira y a Maragall a pedir perdón.

Han pasado unos años de aquel episodio y la cosa ha ido tan mal que vino a desembocar en un golpe de Estado en toda regla. Golpe que después de enjuiciado no se condenó con arreglo a la ley y al sentido común y, ahora, estamos viendo las consecuencias cuando salen de la mano, aclamados, el etarra Otegui y el golpista Junqueras, diciendo que van a repetirlo. Mientras, el partido de Santiago Abascal, el tercero más importante de España, con 52 diputados, es apedreado todos los días en la campaña electoral de unas elecciones que no se debían de haber celebrado. Esta es la triste realidad. Cataluña ya está en la misma situación del País Vasco, en donde no se cumplen las condiciones más elementales de un Estado Derecho y donde se persigue con odio al discrepante. Los ciudadanos tienen miedo y no pueden votar en libertad. ¿Qué elecciones son esas? Por una vez tiene razón el comunista Pablo Iglesias, cuando manifiesta que España tiene una democracia limitada. Si lo sabrá él que lleva torpedeándola desde hace años a ciencia y paciencia de este sistema de partidos que tenemos y de sus dirigentes que tiene a los ciudadanos hasta las narices y que traga de todo. Consiente que se ponga en solfa la Jefatura del Estado desde la televisión pública; consiente que se mienta todos los días y a todas horas por parte de nuestros gobernantes; pasa porque no se respete la ley; traga que se violente a martillazos la separación de poderes; permite que se torpedee la independencia del órgano de gobierno de los jueces; tolera que se incumplan las sentencias y, lo que ya es el colmo, asiente que continúen en cargos de responsabilidad personas como Echenique o Isa Serra a pesar de estar condenados en los tribunales de justicia. Este es el panorama político. El económico, ya lo imaginan: la ruina impepinable.

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