Opinión

¿Quién llora por Afganistán?

Ahora pregúntense qué va a ser de las mujeres afganas. Mujeres que han manifestado, aunque fuera tímidamente, sus deseos de libertad

LO HAN vuelto hacer. Sí, EE.UU. volvió a dar una patada en un avispero, en Afganistán, y ahora huye como lo hizo en Vietnam, abandonando a la población que creyó que los norteamericanos les iban a abrir la puerta a la libertad. Ahora, todos los que confiaron en ellos se quedan a la intemperie y tendrán que intentar sobrevivir a la venganza de los talibanes, lo que será especialmente dramático en el caso de las mujeres. De manera que Joe Biden (que error creer que iba a ser diferente) ha optado por hacer suya la tradicional política exterior norteamericana que es huir cuando se ponen mal las cosas y allá se las arreglen quienes fueron de entre la población fueron sus aliados y amigos. Ahora pregúntense qué va a ser de las mujeres afganas. Mujeres que han manifestado aunque fuera tímidamente sus deseos de libertad, mujeres que han trabajado para instituciones extranjeras, mujeres que han enviado a sus hijas a la escuela, que han intentado abrir sus vidas más allá de lo dictado por el fanatismo de los talibanes y que sufrirán doblemente por ello. Y es que ser mujer en tiempos de guerra es correr aún peor suerte. Occidente ha abandonado a su suerte a todos aquellos que confiaron en que no les dejarían al albur de los fanáticos. No podemos permanecer indiferentes a lo que puede acaecer en Afganistán. Por eso tenemos, todos, que exigir a EE.UU. y sus aliados que organicen con presteza convoyes de repatriación para sacar del país a todos aquellos susceptibles de ser víctimas de los talibanes, especialmente las mujeres afganas. Hacen falta medios económicos sin duda, pero también la voluntad política para hacer frente a la situación terrible de los nuevos refugiados.

Desde nuestro país, la ministra de Defensa, Margarita Robles, y el de Exteriores han preparado el dispositivo necesario para la repatriación no solo de españoles sino de quienes en estos años han colaborado como interpretes, choferes, guías, etc. Y sus familias claro. Esposas, hijos, padres, hermanos...

No es suficiente lamentarse por el futuro de los afganos y por el infierno al que se van a enfrentar las mujeres. Hay que exigir a los talibanes que abran las fronteras y que permitan a los afganos que lo deseen formar parte de los convoyes de repatriados. Es una exigencia a la que Occidente no puede renunciar. Esperemos que toda esta tragedia no se salde tan solo con lamentos y lágrimas de cocodrilo y que las mujeres, una vez más sean las principales víctimas de los fanáticos.

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