Opinión

Taiwán

En el panorama de los puntos de tensión en las relaciones internacionales, de nuevo estos días vuelve a tomar protagonismo Taiwán, o como la denominan sus habitantes y nacionales, la República China en Taiwán, un país cuyo territorio es la isla de dicho nombre, que tiene una superficie de 35.980 kilómetros cuadrados, uno de los más pequeños de Asia, habitado sin embargo por 23.375.000 personas, con una densidad de población por tanto muy elevada, nada menos de 650 habitantes por kilómetro cuadrado.

Su existencia se desenvuelve acechada siempre por China, el gigante asiático del que se separó en 1949, al final de la contienda civil de la que fueron principales protagonistas el Koumintang o Partido Nacionalista Chino y el Partido Comunista Chino, dirigidos respectivamente por Chiang Kai-shek y Mao Zedong. No se puede entender la existencia y la evolución de Taiwán como país independiente, sin tener en cuenta que fue durante lustros, después de la Segunda Guerra Mundial, la única China reconocida por gran parte de la comunidad internacional, siendo incluso miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Onu.

China, claro, nunca ha reconocido a Taiwán, y lo que ha sucedido es que quienes han establecido relaciones diplomáticas con la China continental las han roto con Taiwán, por exigencia de esta, que no admite que quien las tenga con ella las mantenga con esta. Así fue también en lo concerniente a las relaciones diplomáticas con España, que al entablarse con China concluyeron con la República taiwanesa.

Así, las relaciones de Taiwán las llevan a cabo, aun no siendo más que, al menos teóricamente, comerciales, sus denominadas oficinas económicas y comerciales, ciertamente muy activas. Visité Taiwán, invitado por su oficina en Madrid a finales de los años 90, y pude constatar su pujanza  comercial que percibimos en todo occidente al que llegan productos producidos o distribuidos por ese dinámico país, y también su activísimo empeño en relacionarse con otros países e intensificar de alguna manera cualquier posible relación que les ayude a salir del aislamiento al que  formalmente se les ha sometido.

Políticamente viven con una formal y difusa memoria del generalísimo Chiang Kai-shek, en el marco de un estado liberal, moderadamente dirigido por dirigentes que convienen en una militante postura anticomunista, que es más bien referida al régimen de Pekin. Y hasta hace menos de una década las relaciones entre ambos países han sido nulas, y salpicadas siempre de algunos incidentes  aislados, como algún cohete, maniobras militares o la exhibición amenazante del poderío militar de la China comunista.

Podemos pensar que los acontecimientos que tienen ahora lugar pueden inscribirse en esa sucesión de incidentes, aunque, su coincidencia con la visita a la isla de la speaker —la presidenta— de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos Nancy Pelosi —muy activa a pesar de su edad, tanto que no recuerdo un dirigente parlamentario norteamericano más relevante— le proporciona una significación especial. Claro que, la voluntad reunificadora siempre expresada por la China continental, que considera que la isla de Taiwán es parte de su territorio, depende, sin duda, de la intensidad con la que, precisamente Norteamérica, haga patente que no permanecerá pasiva a un intento de alterar el status quo actual. Así pues, hay que pensar que estamos ante una  manifestación más de lo que podemos considerar espadas en alto entre los Estados Unidos y China, eso sí, y tiene relevancia y significación enorme, en el área geográfica no solo de influencia de esta, sino en relación con un territorio que considera suyo.

En la isla hay un museo de Chiang Kai-shek, que es visita obligada de los visitantes invitados, instalado en la que fue una de sus residencias, en el que se guardan y veneran moderadamente los objetos que recuerdan al líder que se refugió en la isla y fundó de algún modo el Estado que originó la República de China en Taiwán.

Enfatizo esto por dos razones: por la coherencia histórica aunque contenida y matizada que ello entraña, y porque pone de relieve que cuando acaba la retórica de uno u otro signo, las cosas son como son, y ello es un baño de realismo siempre conveniente. 

La sabiduría de China se percibe allí, y seguro que ha ayudado a su supervivencia el ejercicio de prudencia que la caracteriza, practicado por quienes optaron por la formula liberal de vida que representa Taiwán, y hay que confiar en que siga haciendo posible esa libertad para las actuales y futuras generaciones de taiwaneses, pues lo cierto es que, por referir solo dos datos, se ha traducido en que su PIB per cápita fuera en 2021 de 28.553 euros por habitante, frente a los 10.450 de la China continental, y a ocupar el puesto 13 en el índice Doing bussines, que clasifica los países según la facilidad que ofrecen para hacer negocios.

Comentarios