Opinión

Un banco para esperar la primavera

LA PRÓXIMA primavera quiero recibir al cuco sentado en un banco nuevo que le encargué a un carpintero de A Pobra de San Xiao. Tengo ya la foto del avance del trabajo en la madera. Es la reproducción, parece que mejorada, de uno que, situado entre la puerta y una ventana de este refugio de frescura en los días de calor, los años y la intemperie lo aproximan a su final. Sentarse ahora en él da pena, más que por el riesgo de acabar con las posaderas y el cuerpo en el suelo por el daño que se le pueda causar a esta pieza que me merece respeto y agradecimiento. Por eso encargué uno nuevo. Fueron muchas las tardes en las que sentado en el que se acaba contemplé cómo se iba el sol, observé a algún pescador en la orilla próxima del río o tuve noticia de la llegada del cuco, lo que equivale a la constatación de que entró la primavera.

Don Álvaro Cunqueiro contaba hace casi cincuenta años en ‘Jano’ que pasó un día en Londres en casa de unos amigos que vivían a quince minutos del centro y que tenían alrededor de su casa cien hectáreas de bosques y prados. Cenaron un pastel de montesina o de venado. Cunqueiro da el nombre del lugar, Hampstead. Esta zona residencial mantiene en la actualidad el encanto de un pequeño pueblo inglés por sus construcciones, además de parques, lagos y es uno de los barrios con la vivienda más cara y el nivel de vida más alto de Londres. Es muy probable que sus residentes mantengan la tradición, estamos en Inglaterra, que contaba don Álvaro. Cuando un vecino del barrio muere regala un banco de madera para los paseantes. "Banco con dedicatoria: In memoriam de Mr. John Bell, quien amó estos campos".

Este banco que me prepara el carpintero de A Pobra no lo encargué, al menos no es mi intención, para que cuente con dedicatoria mortuoria con mi nombre y en él descansen, y me recuerden si es posible para bien, quienes lleguen hasta estos prados. Cuando uno de estos días próximos vaya a buscar el banco procuraré que coincida la ocasión con un día de feria para comer el pulpo a la sombra de los carballos. El banco nuevo ocupará el espacio del que ahora se desmorona por efecto de la intemperie y los años. Sentado en el nuevo y con el viejo a la vista, situado hasta que desaparezca por sí mismo, intentaré que se cumpla la enseñanza que nos dejó Lord Dunsany, escritor y dramaturgo angloirlandés, ver la realidad como un sueño maravilloso.

Ese será el ejercicio que con un bocado de pan y queso, con una copa de vino, o sin nada más que un vaso de agua fresca, practicaré sentado en este nuevo banco. Lo haré en silencio para la lectura de Cunqueiro y para no estorbar el canto de los pájaros que esta primavera y verano abundan más que nunca. Y me sentaré sin prisa alguna hasta que el próximo año reciba, si el virus me lo permite, el anuncio de que la primavera llega por el canto del cuco.

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