Opinión

Boletos gratis

Alguien entendió, ¿entiende?, que el Estado de bienestar es una tómbola donde los boletos para los sorteos son gratis

TODOS INTUIMOS, salvo los propagandistas, que vienen tiempos de vacas flacas. El comentario del economista Santiago Nino en la Ser con el aviso del "último verano" se convirtió en un fenómeno de difusión y tertulia entre las gentes más diversas. Pronosticaba una caída de la economía española a partir de este mismo año. 

El eco obtenido equivale a un estudio demoscópico mejor que todos los que pueda hacer el Cis sobre la confianza de los españoles en la situación de la economía y lo que esperan que venga. Cuando el economista explicó el recurso al cinematográfico Último verano dijo que todos saben que esto es final de un ciclo. Si somos sinceros, cabría preguntar si hubo cambio de ciclo para muchos desde 2008. La noche oscura, para tirar de la mística, que se inició en 2008 se alarga. 

Cuando el economista dijo en la radio que viene el lobo, dicho sea con perdón para la bestia, encontró más credibilidad que quienes nos venden que somos la envidia de Europa y del mundo. Nada nuevo. Si hasta Zapatero en Washington les ofertó orgulloso a los grandes del mundo mundial el modelo español de cajas y bancos cuando todos los presentes sabían, menos él, que el tenderete se caía por todos los lados.

La sospecha de que este verano bebemos la última botella de champán que guardábamos en la nevera implica que no importe que el líquido manche el mantel y empape la indumentaria de quien se despide. Esta ropa ya no necesitará la tintorería para el próximo verano. Es la despedida.

A quién le puede sorprender que la celebremos. En el adiós se explica el impacto que tuvo el comentario del economista en la radio. Quedamos a la espera de la portada The Economist para la España de 2023.

Alguien entendió, ¿entiende?, que el estado de bienestar es una tómbola donde los boletos para los sorteos son gratis

El licor de esa botella, que es la última, cuando llegue a la boca hay que saborearlo a fondo, detenidamente para que permanezca el recuerdo. Pudiera suceder que en unos meses abramos la nevera y no veamos ni una botella de sidra El Gaitero. Con el precio que lleva la fruta en la plaza cómo se pondrá la sidra la próxima Navidad

Los aeropuertos, los hoteles y los restaurantes llenos no diagnostican ninguna locura colectiva. Es el más racional de los comportamientos. Hay que aprovechar la oportunidad. Sabemos que con ese dinero con el que este verano podemos comer a la carta, mesa y mantel, el próximo año no cubrirá ni el menú del día en el área de servicio, con servilletas de papel.

Tampoco fue -es- ninguna locura colectiva esta fiesta del consumo por el consumo en la que casi todos caímos. Nos incitaron a estirar el brazo mucho más allá de donde cubre la manga. Nos lo aconsejaron. Nos drogaron con dinero de plástico y créditos para el consumo a bajo interés. Casi nos pagaban por gastar y gastar.

Si se podían financiar unas vacaciones en Mallorca cómo no va a poder desmadrarse la deuda pública. Alguien entendió, ¿entiende?, que el estado de bienestar es una tómbola donde los boletos para los sorteos son gratis. 

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