Opinión

¡En qué manos...!

ESO, ¡EN qué manos estamos...! ¿O no irrita la habilidad con la que algunos políticos, en tareas de gobierno, olvidan su acceso al puesto jurando o comprometiendo lealtad al ordenamiento jurídico? No solo incitan a la transgresión sino que la practican en el ejercicio de su cargo, sin excluir a ex jueces. Regatean principios que desde su compromiso profesional anterior hacían cumplir a los demás, tal era su deber. Pero aún es peor que una peculiar ministra del Gobierno, la podemita Ione Belarra, sucedánea ahora de Iglesias, pretenda que el seráfico Puigdemont se escabulla de sus presuntos graves delitos y regrese a España desde su retiro dorado sin rendir cuentas, ni de su fuga ni de los cargos que se le arrogan como golpista, imputaciones que llevaron a sus compinches al trullo. De acuerdo con su situación procesal, el expresidente de la Generalitat es un delincuente más, fugado como otros varios recriminados por diferentes causas que se largaron sin asumir la responsabilidad que la Justicia considere, si decidiesen comparecer ante ella. Eximirle a él de culpa por las buenas, ignorando su procacidad e insolencia, es insultar gravemente al Estado de derecho. Y un agravio a todos cuantos acatan el ordenamiento jurídico. De ser así, para qué queremos cárceles.

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