Opinión

Líder del taxi

DICEN los que saben de eso que para ser líder hay que tener madera de ídem. Hay que nacer y también hacerse, claro. Pero los hay que llegan a cabecillas de lo que sea mediante atajos o vericuetos que rompen los moldes de la mínima compostura y decencia, que ha de marcar el comportamiento de, en este caso, un defensor de los trabajadores. Uno de los más significativos activistas de la revuelta del taxis, Tito Álvarez, reúne todas las maldades: carece de licencia (la del gremio), es novato en el oficio, le han retirado todos los puntos del carné de conducir, por su participación en diversos desórdenes; fue juzgado en 19 ocasiones, se moldeó entre los ultras del Barça y, dicen, organiza como nadie cualquier tipo de sabotaje. Fue el que reprochó al ministro Marlaska su condición de gay, por ser de izquierdas y "reprimir al pueblo". Quienes le conocen no saben muy bien si catalogarlo de comunista, neonazi, mafioso o ultraderechista. Es, eso sí, un excelente profesional de la bronca y del alboroto. Pero haciendo un esfuerzo, podría entenderse su currículo. Lo que nadie entiende es cómo los taxistas adoptan para su defensa a "mesías" con un historial tan zarrapastroso. No lo necesitan en este momento, tan en entredicho.

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