Opinión

Para siempre

UNA DE dos, o Pablo Iglesias se cree fortalecido cara al futuro, tras superar vaivenes de estabilidad comprometida dentro de su partido, o empieza a ver el final del camino y sigue con la desconfianza de que le hagan la cama. Por una razón o por otra, el líder de Podemos, una vez que tocó poder, aspira a perpetuarse, al proponer modificar el código ético, en que además de anular la limitación de sueldos a tres veces el salario mínimo para todos los cargos internos y electos, abre la posibilidad de ampliar a más de doce los ocho años de mandato en el partido, que eran prorrogables a cuatro más en caso excepcional, lo que equivale a eternizarse, para siempre, dejando sin efecto la facultad de que las bases puedan forzar la renuncia de sus cargos. El recosido moralista no parece ser el más adecuado para la salud democrática, pero coincide con prácticas totalitarias ya en uso, importadas de regímenes absolutistas que defiende, y con las que amenaza, como la que lanzó a modo de advertencia: "Nuestra democracia será mejor cuando los responsables políticos, los policiales y los mediáticos de las cloacas estén en la cárcel, que es donde tienen que estar". O sea, enchironar a todos los que van contra sus intereses. No tardará en ocurrir si alguna vez le dejan. ¿Llegarán las cárceles?

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