Opinión

Siete puentes

HUBO UN tiempo en que los gobernantes del momento se propusieron eliminar o reducir los puentes del calendario con la excusa de no perjudicar la actividad la vida laboral. La ocurrencia gozó de escaso recorrido. Era peor el remedio que la enfermedad: se perjudicaba notablemente el turismo y se mutilaban las expectativas de ocio de los ciudadanos, que también mueven la economía. El nuevo año se abre nada menos que con la proyección de cuatro puentes y tres micropuentes, circunstancia que sin duda alegrará a quienes gustan de disfrutarlos. Otros se disgustarán, argumentando que tales excesos placenteros solo se dan en este país, más dado a la vagancia lúdica que al esfuerzo. ¿Es tan bueno o es tan malo? Depende como se analice y de quien lo considere, pero en una sociedad, sana y próspera, fomentar o impulsar el ocio, la diversión o el esparcimiento nunca debiera de verse como ingrediente negativo, sino más bien como un acicate o un aliciente favorecedor del rendimiento en el trabajo. Suele ser bastante más fructífero el descanso que el hecho de alimentar el estrés, con situaciones de agobio que acarrean graves problemas entre quienes lo padecen.

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