Opinión

Tal para cual

 

DAN MUCHA pena. Los venezolanos, la mayoría, pasan por situaciones límite de supervivencia, y como tales merecen compasión. Pero su aguante al infortunio ofrece un alto grado de ingenuidad que no se entiende. Siguen creyendo a Maduro como panacea a su desdicha, tras muchos años sufriéndolo. Por eso ahora no dan crédito a la opípara cuchipanda carnívora de su jefe en un exclusivo restaurante de Estambul, mientras ellos se mueren de hambre. No se habían enterado de que una cosa es la hambruna de todos ellos, y otra el insaciable apetito de su jefe, embutiendo chuletones.

La tragantona carecería de significado de no ser por lo que es, en un infernal escenario marcado por el populismo y el totalitarismo, asfixiados por la corrupción, sin libertades, con centenares de muertos y miles de personas huyendo de la barbarie. El episodio entrelaza perfectamente con otro de su becario Pablo Iglesias, cuando demonizaba a quienes no vivían en cuchitriles. Ser pobre era su única manera de ser decente. No lo pensaba para sí. Para sí ya pensaba en el lujoso chalé de Galapagar, en el que se instaló para certificar que sus prédicas se amoldan perfectamente a la demagogia del tinglado. Tal para cual.

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