Opinión

Telerruina

LA TRAYECTORIA de la televisión pública, la mejor cuando no había otras, siempre estuvo marcada por vaivenes y derroches, un come cuartos del erario a cambio de una escorada entrega partidista, fuesen unos u otros. Pero, por lo que se ve, la llegada de Rosa María Mateo como administradora provisional (para quedarse), supuso el puntillazo hacia el desafecto de la audiencia, el sectarismo y la ruina económica. Los contenidos y las audiencias se desmoronaron, obligando a los televidentes a cambiar de canal. La nueva dirección arribó prometiendo frescura y libertad de contenidos y lo conseguido fue potenciar la intolerancia y la sumisión al poder. O sea, cambiar sí cambió, pero para peor. Sigue siendo, siempre lo fue, una madriguera al servicio de la jerarquía, como instrumento de propaganda y de mecanismo ideado para el pago de favores o deudas partidistas contraídas. Dicen que no hay dinero para mejorar y se cerrará el ejercicio con déficit, pero lo hay, por ejemplo, para premiar al brevísimo ministro que hubo de irse por defraudar al fisco. Màxim Huerta percibirá 48.800 euros por dos meses de trabajo. Seguro que hay otros despilfarros mayores que vienen a reafirmar el fracaso que nadie remedia.

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