Opinión

Otro curso más

COMO ES bien sabido, cuando eres estudiante la vida comienza cuando se termina el curso escolar. Mientras tanto, sobrevives a algo que quieren hacer pasar por vida pero que no cuela. Te arrastras durante días, semanas y meses inmerso en un sistema educativo diseñado para sufrir una y otra vez las acometidas de los mismos contenidos, los cuales se ciernen sobre tu cabeza que es donde, metafóricamente, han de anidar. Normalmente lo que hay allí son pájaros. Te encantan esos pájaros. Les das de comer con devoción, te entretienes atusando sus plumas, disfrutando de sus trinos y observando sus progresos en el vuelo. Pero te obligan a echarlos para dejar sitio a una pila de asuntos que son tratados como las lentejas en la gastronomía familiar y refranera. Con el paso del tiempo acabarás consiguiendo lo que llaman "una cabeza amueblada". Aunque, puestos a ser sinceros, en la mayor parte de los casos lo que se consigue es más parecido a la huella que dejan los muebles en los suelos de madera una vez se retiran. A ese poso le llaman cultura. Es como cuando sales a la calle desprovisto de paraguas y empieza a llover. Llegarás adonde sea, pero mojado. Terminarás más o menos empapado, sin poder hacer nada por evitarlo (salvo ponerte a cubierto o hacerte con un paraguas). Pues así es cómo hemos aprendido la inmensa mayoría de nosotros: nos ha llovido tanto que hemos acabado con la ropa húmeda y el pelo mojado.

Durante todo el tiempo que tienes la vida secuestrada por el sistema educativo te encuentras absorbido por la tela de araña que este teje. Nadie sabe muy bien las razones. Ni siquiera si la cosa está muy razonada. De hecho, las razones cambian cada cierto tiempo, en una serie que no parece seguir patrón alguno sino obedecer a esos empujes que en Galicia llamamos "arroutadas". Se pasa de la enseñanza clásica con libros, libretas y apuntes a un modelo de fichas (que va a resolver todos los puntos negros del sistema anterior) y este es abandonado por otro que propugna la obsolescencia de lo memorística para acabar años después en manos de otro que.... Ahora mismo lo que "lo peta" es estudiar "por proyectos". Es lo más de lo más, hasta que pase a estar superado por un enfoque distinto que le dará mil vueltas. Y vuelta a empezar.

Si analizamos el ámbito educativo más exclusivo, el universitario, en su tramo más elevado, los estudios de postgrado, el panorama empeora. Por ejemplo el reciclaje del profesorado que impartía el CAP y pasó a hacerlo en los másteres de educación consistió simplemente en acomodarse de un envoltorio al otro. Eso sí, aumentó el contenido curricular y el precio de la matrícula, pero no la calidad pedagógica.

Ya si hablamos del poco edificante ejemplo de la Universidad rey Juan Carlos, que salvo el nombre (que se antoja de lo más apropiado para las prácticas que se realizaban allí) provoca tal vergüenza que lo mejor es el tranquimazín. Un trapicheo de títulos para estudiantes VIP procedentes del ámbito político o del eléctrico (enchufados) que sonrojaría a cualquier sistema educativo de un país medio civilizado. Un coladero que se sustentaba en el amiguismo, el clientelismo político y, digo yo, quizá un atávico deseo de alcanzar un día el estatus oficial de república bananera. Porque el de monarquía bananera lo tenemos más que merecido.

Estamos tan pagados de nosotros mismos, tan orgullosos del progreso tecnológico, tan ensimismados con los juguetitos digitales, que no prestamos atención al arma más poderosa de la que disponemos en lo que al pensamiento se refiere. Hablo del sentido común. La mayoría de los berenjenales en los que introducimos algo más que los pies sería evitables con una simple dosis de sentido común aplicada a tiempo. La prudencia y la lógica son armas cargadas de futuro, parafraseando a Celaya, y sirven igual para un roto que para un descosido. Ahora que comienza otro curso más, ahora que la existencia del estudiante pasa a ser gobernada por fuerzas más poderosas que él y que no puede ni soñar con controlar, cada pieza del inmenso tinglado educativo está llamada a caminar por senderos previamente trazados pero más le valdría no darle la espalda nunca al sentido común.

Comentarios