Opinión

Twitter by the pool

EL DE arriba podría ser el anglófilo y rutilante título de una improbable novela en la que un todavía más improbable escritor trabajaría para homenajear a la popular red social y también a aquel Twisting by the pool con que Mark Knoppler y sus muchachos nos saludaban en el verano de 1983. El escritor sería un tipo fracasado, cuarentón, chepudo, ludópata, engreído y soltero, pero con una novia con la que habría ligado por Facebook. Con una cuenta abierta en la aplicación del pajarito, aunque parada mientras escribe la novela, con el fin de tomar distancia con el objeto central de la misma.

Bien, ya basta de delirio. Hablemos de los pros y contras de Twitter, examinemos, analicemos, reflexionemos y concluyamos. Como si fuera tan fácil. No es sencillo trazar los límites por donde discurran las bondades y las desgracias que se puedan atribuir a este monstruo digital con sede en San Francisco, California. Su fundador, Jack Dorsey, lanzó el primer tuit al ciberespacio en marzo del 2006. La aplicación surgió siguiendo las huellas de la exitosa Flickrr (una web para compatir imágenes). De hecho, el nombre inicial iba a ser Twttr.

Trece años en tecnología digital es un mundo de Dios, por lo que el éxito de aquella aventura es evidente. Ya saben, 140 caracteres (ahora ya son 280) y a sacar el ingenio de paseo; en su sencillez radica gran parte de su celebridad. Su despegue fue a la par con el de los ingresos por anuncios, que ahora incluyen un sistema de publicidad para empresas mediante la promoción de sus cuentas.

A poco de arrancar, aparecieron los trending topics o temas del momento: un cambio en la barra de búsquedas recogía aquello que originaba más ruido, los asuntos que más se repetían en los tuits. A diferencia de Facebook o Instagram, las personas no se conectan entre sí, las dos líneas de relación son seguidores (followers) y seguidos (followed). Cuando uno sigue a alguien que a su vez lo sigue a uno, se habla de co-followers. Todo muy simple. Pero ojo, que hay más de 20 millones de cuentas falsas.

El pájaro del logo se llama Larry the Bird, como el famoso ex-baloncestista de los Celtics de Boston. Parece ser que el director creativo del grupo estudiaba en Boston en los tiempos de apogeo de los Celtics. Hoy en día sus aleteos anuncian todo aquello que pretende salir al mercado, desde uno mismo hasta la campaña de un partido político, el nuevo producto de una multinacional de las gaseosas o el enésimo tema musical en busca de éxito. Todo atado con el famoso hashtag (#) o etiqueta de almohadilla, que Twitter adoptó siguiendo la sugerencia de un usuario en 2007 y que sirve para seguir conversaciones del tema que nos interese. Este invento se ha hecho tan popular que otras redes socialess como Facebook, Instagram, Pinterest, Google+ y Tumblr lo han incorporado.

Pero el interés de Twitter va más allá de su uso como herramienta de marketing. Al permitir la interacción individual en tiempo real y poder agrupar los asuntos según su temática, funciona como un medio eficaz e independiente para moverse en el ámbito socio-político. Es muy difícil hacer que la información sesgada o manipulada monopolice esta red, que consigue romper el discurso unilateral de los medios tradicionales y sus propias tendencias ideológicas. Todo lo que se suelta en Twitter va a ser escrutado y sometido a juicio público, eso sí.

Twitter sirve también para que emerjan talentos que antes no disponían de este trampolín para saltar por encima del habitual engranaje que los medios escritos establecen antes de permitir el acceso a su escaparate. Y si no, que se lo pregunten a nuestro vecino Rafa Cabeleira, quien se aupó hasta las tribunas de la prensa local y nacional tras colgar en Twitter enlaces a su blog de opinión futbolística (y culé).

Twitter es también la herramienta que utilizan ingeniosos políticos 2.0 para poner el dedo en llaga o pimienta en los ojos, siempre al quite de cualquier desliz o de deslizar su ironía. La cuenta de Twitter de Gabriel Rufián, que descuella en estas lides, tiene 620.000 seguidores, mientras que solo alcanza los 98.000 en instagram.

En resumidas cuentas, ¿qué hacemos fuera de esta red?, ¿desde cuándo se ha apoderado de nosotros tanta soberbia?

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