Blogue | El portalón

Carahuevo

Paseo o veo una película y me salen al encuentro frases que bien valen para empezar una novela

ME GUSTA caminar por ciudades en las que se hablan idiomas que no entiendo. Me refiero a los ininteligibles, en los que no hay constantemente palabras que se parecen a otras y que me ponen en la tesitura de intentar deducir qué se está diciendo. Eso no. Hablo de esos tan opacos que si alguien los utiliza para gritar fuego sigo adelante tan pichi, como si fuera el nombre de alguien. Hay algo higiénico en esos paseos.

portalónEn la mía me salen al paso retazos de conversación, frases evocadoras que dejan intuir la historia que hay detrás. Yo necesito poco para imaginarme cosas, es verdad, y voy por la vida viendo comienzos de novelas por todas partes. También voy sin perseverancia. Por eso me hice periodista, para solucionar un artículo en 700 palabras y no tener que escribir los cuatro volúmenes de El tiempo perdido. Pero me gustaría. Cuando oigo una de ellas, quisiera seguirla, continuar la historia, enterarme de qué pasa, convertirme en Proust (pero saliendo de la cama), ganar un Nobel, o El Planeta. Lo que llegue antes.

A veces, y es una fracción de segundo, escucho cosas tan perfectas que de verdad me planteo qué hacer. Si ir a trabajar o dar la vuelta y entender de una vez. Al final, la culpa de que no escriba un libro, que no me deje arrastrar, que prescinda de estar 24 horas circulante en una ciudad en la que entiendo el idioma y la gente no para de decir cosas que me interesan, es del terrible capitalismo. Las facturas, las líneas de caja del supermercado, el paypal.

Ahora eso, que una frase cualquiera pillada al azar me parezca el principio de algo, me pasa también con los libros y las películas

Así que aquí estoy escribiendo esto y no detrás del joven que el otro día le dijo a su amigo que no, que se equivocaba, que para entonces ya no salía con Lorena, que con Lorena había cortado por “lo del césped”. ‘Lo del césped’ me persigue ahora porque yo no perseguí ‘lo del césped’. Nunca sabré ‘lo del césped’ pero, en el cuento de la lechera en el que vivo, con ‘lo del césped’ empezaba yo una novela corta deslumbrante, que a todos empataría, que rápidamente encontraría editor y pondría a los periodistas culturales del país a preguntarse qué había estado haciendo o todo ese tiempo, por qué no había publicado antes. Pues paseando, amigos. Y escuchando frases sueltas de charlas callejeras con las que llenar libros.

Ahora eso, que una frase cualquiera pillada al azar me parezca el principio de algo, me pasa también con los libros y las películas. Encuentro estas trufadas de posibilidades, ramificaciones para otras películas, o por lo menos para otra novela corta deslumbrante. Estoy que no paro.

El otro día vi La librería, la película de Isabel Coixet basada en el libro de Penelope Fitzgerald, en el que las fuerzas vivas de un pueblo arruinan el sueño de una mujer. Esa mujer va al banco a pedir un crédito y, mientras el bancario le hace un ‘mansplaining’ de manual, ella piensa que al señor le llama todo el mundo carahuevo desde siempre y que él nunca lo ha sabido.

Me pareció aquel un momento literario, de verdadero impulso narrativo. Pasar a ser consciente de que, cuando no estás presente, eres otro para los demás; verte de repente de otra manera, entender al fin algunas alusiones, bisbiseos, cabos sueltos que seguro tienes en la memoria y que no comprendiste cuando se produjeron o achacaste a otra cosa. Ahora se te presentan claros y evidentes. Pero ahí no hay nada que hacer. Las películas no van por dónde quieres, no se hace una ‘spin off’ para ver cómo se desmorona la vida del banquero después de esa revelación. Esa es una historia que si quieres conocer has de escibir tú. Así que me mandé un mensaje a mí misma con la palabra ‘carahuevo’ para el futuro. Yo ya me entiendo.

Pasaron los días y, cuando releí el mensaje, ya no me pareció un comienzo tan poderoso, dudé, no tuve claro que ahí hubiese una novela corta deslumbrante, la verdad. Sin embargo, un artículo es otra cosa. Un artículo sí tenía.

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