Opinión

Escupitajos

ME HA sorprendido la rapidez con que la dirección del grupo parlamentario del PSOE se hizo el avión tras el supuesto escupitajo al ministro Borrell. Del “Yo no vi nada” a “Es que no me enteré”, uno tras otro los diputados sanchistas han ido dejando a su compañero a los pies de los caballos. Me sorprende no haber escuchado a alguno decir “yo no vi el gargajo, pero si Borrell dice que le escupieron, será que le escupieron” o “me resulta tan difícil imaginar a Borrell inventándose un escupitajo, que doy por hecho que lo que cuenta es cierto”. Eso contesté cuando me preguntaron por el asunto. Entre otras cosas porque, tras escuchar a la muchachada de Esquerra escupiendo insultos, amenazas y chulerías varias, tampoco me choca que alguno se salte la metáfora y decida pasar a los hechos. Lo único que desconcierta es que ninguno de los correligionarios del agraviado haya salido en su defensa como hicimos sus supuestos adversarios. El miércoles, unos minutos después del rifirrafe, cambié unas palabras con Borrell en la cafetería del Congreso. Estaba demudado, alucinado. Y genuinamente ofendido. En lo que yo conozco a este hombre, no me parece el tipo de persona que vaya por el mundo inventándose faltas inexistentes para atizar el brasero. Sin embargo, sus colegas llevan varios días dejándolo por suspicaz, por exagerado o por mentiroso. Tiene que ser muy duro sobrevivir primero al insulto directo del contrario y luego a la complicidad cobarde de los tuyos, que han echado cuentas y han decidido que les sale más barato templar gaitas con Rufián y su camada que aplicar las más elementales reglas de la lealtad. Esto ya no es el PSOE. Es sólo el sanchismo, con sus ornamentos innobles, sus traiciones, su villanía. De este lamentable episodio saco una cosa clara: aparte de otras concesiones, Esquerra ha arrancado a Pedro Sánchez el derecho a ofender a un ministro. A todo esto, no sé qué pinta Borrell en este lodazal. Ya nos enteraremos. Cada cosa a su tiempo.

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